Tuesday, December 30, 2008

Toma Otro Pequeño Pedazo de mi Corazón


Flores, amor e inciencio,
si desnuda te veo
cantando con vos rasposa
llevame con Bobby a California,
a Kentucky desde Nueva Orleans
¿Te compraron tu Mercedes Benz al final?


Levanta tu mano, no más adios, baby, adios
toma otro pequeño pedazo de mi corazón,
sabes que lo tienes si te hace sentir bien
aunque cantes un blues cósmico veinticinco años después,
en los tiempos de verano en que te perdiste
y en la heroína que te llevó una noche triste

Solo nos quedaron acetatos sin luz
de la dama que un día canto al blues
y fotos sonriedo que no pudieron decir adiós.
Por favor, toma otro pequeño pedazo de mi corazón.


David Ching
2008

Friday, December 5, 2008

No Existe

No existe el amor, compañeros
Son cuentos de hadas del pasado
No existe ni en los criterios más profundos del ser humano
No, no existe compañeros, no existe
No existen las palabras de entusiasmo de los quince años
No está palpado en momentos mitificados
Solo existen los corazones vagando…desolados

No existe en cualquier tiempo pasado
Que sí es cierto, que es mejor y que más hace daño
Pero ya no existe el amor, compañeros
Murió como mueren los artistas solos… abandonados
Al final de lso desiertos que nunca son escuchados

¿Cuándo nos vendieron este mito?
En que momento nos timaron y atracaron?
Y quedamos solos vacíos
Creyendo en mentiras de extraños

Yo no sé cuando fue compañeros, yo no sé
Solo sé que con todo y todo nos la tragamos
Y quedamos vacíos
Creyendo en mentiras de extraños.

Pero yo les digo: no existe el amor, no existe
La ciencia lo probó con la razón de su lado
Se perdió cuando vimos para atrás y quedamos petrificados
Iba caminando cuando del cielo lo partió un rayo

Y no se pero no importa
Lo que importa es que no existe el amor
No existe.

David Ching
2008

Sunday, November 30, 2008

Noviembre de Rocko

1


Con las calles mojadas y el rocío en el zacate había empezado a entrar un tardío noviembre. El frío de la mañana se metía por detrás de sus orejas como intentando seducirlo o invitarlo a pasar, pero Rocko lo ignoraba, solo mantenía su mirada ausente.

Extrañaba un poco las brisas que meneaban sus cabellos y los corazones rotos que siempre venían a caer en el penúltimo mes del año. Rocko había vivido noviembres épicos que se echaban de menos. Elvira estaba bailando en los rosales del jardín de al lado y él la miraba con el rabillo del ojo intentando pasar desapercibido. En la otra esquina una joven saltaba la suiza, trece años y risueña.

Rocko subía a la plaza para ver algunos niños corriendo y balanceándose en los árboles. Tal vez Elvira llegaría a acompañarlo, sonreír, recordar. El carro que le había vendido a Lucas se detuvo a su lado.

‘‘No hoy o no, muchas gracias y me saluda a su señora don Lucas’’.

La joven de la esquina había dejado la cuerda, estaba en la plaza y se balanceaba sobre los árboles con unos muchachos guapos. Cuando la vio, unas extrañas cosquillas subieron por la columna de Rocko y se desempolvaron celos en su corazón.

‘‘Después de todo, si extraño noviembre’’ Y entendió que la ira con la que le había achacado a diciembre robarse los primeros días del mes, nació porque no quería creer que noviembre había muerto como mueren los artistas de anteojos en los aviones de febrero.

Respiró profundo, volvió a ver a aquella joven del árbol, dejo salir un suspiro y se fue a la esquina a tomarse un café con los señores que habían visto muchos noviembres más. Iba de camino cuando se la topó de frente a frente… ahí estaba Elvira, igual que hace veinte años y por primera vez de frente a frente…

‘‘Disculpe señora’’

‘‘Disculpe Usted’’

Y siguió hasta el final de la plaza.

2


Un par de horas después Rocko todavía podía ver con la luz de la tarde menguada a la joven risueña. Estaba otra vez jugando a la suiza y tenía el número de teléfono de algún muchacho guapo en su bolsillo. Rocko se tomaba su café con la expresión con que divagan los escritores taciturnos antes de empezar una novela. Alguien se había sentado a la par de él.

-Hoy te vi de frente a frente, como hace veinte años.

-Ya son trece noviembres y ¿Quién dijo que el trece es de mala suerte?

-Te digo que a los trece años se ha puesto muy rebelde

-Vos te ponías rebelde todos los noviembres

-Si de alguien salió rebelde fue de vos

-De los dos

-Tal vez tengas razón. Rocko, yo no entiendo porqué te gustan los noviembres pero bueno, yo no te entiendo por algo me fui. A veces eres medio masoquista.

-Qué importa ya, déjame disfrutar el café con lo poco que queda de noviembre
Elvira se levantó con cara de decir ‘‘lo siento’’ y se fue. Rocko no la vio, sino miró sus manos. Unas manos curtidas por el sol. Rocko se sorprendió, ya estaban arrugadas.

David Ching

Friday, November 28, 2008

El mejor periodista

Juan Augusto era el mejor periodista que había tenido ‘‘El Periódico’’. Siempre estaba al tanto de los reportajes más interesantes y los cubría con su bien conocido manejo de tensión. Nadie entendía como lograba estar antes que cualquier otra persona en el lugar de los hechos y lograba terminar sus notas precisas sin fallas y en menos de cinco minutos.

Para peores, sus notas eran verdaderas joyas literarias, planeadas fríamente con días de anticipación y plagadas de una prosa intensa y precisa.

Ahora… el lector se preguntará con qué tiempo planificaba Juan Augusto sus noticias si las presentaba cinco minutos después del acontecer.- Para comprenderlo tendremos que adentrarnos en la morbosa mente de nuestro personaje, porque Juan Augusto, era en realidad un sociópata, egoísta con la sensibilidad de un monstruo.

Cuando cubrió (con su perfecta redacción) una descripción exacta de la bomba y el terrorista en la embajada de los Estados Unidos, ‘‘El Periódico’’ logró una nota digna de premio internacionales, el reportaje del psicópata que violó, torturó y mató a cinco vírgenes tampoco se quedaba atrás. Juan Augusto también logro detallar antes que la policía el acontecimiento de los cinco hombres asesinados azarosamente por un francotirador.

Todo esto porqué el psicópata, el francotirador y el terrorista eran uno solo, Juan Augusto. Cómo ya habrá descubierto el lector a nuestro periodista le gustaba saborear sangre. Si bien es cierto que buscaba notas, eso no excluye que Juan Augusto disfrutaba del morbo. Le provocaba un placer inexplicable la violencia de dar miedo, la sangre de las víctimas.

Era por esto mismo que cubría los sucesos. Con su capacidad de manipular y su genialidad innata hubiera sido fácil para él crear una crisis política o hacer caer la economía, pero su placer estaba en matar. En desgarrar sueños y almas, descuartizar y torturar, sentir gritos silenciados con miedo y tal vez un pedazo de tela.

Una vez alguien se atrevió a apuntar sus dedos hacia este ser asqueroso. Se trataba de un viejo abogado del pueblo que descubrió algunas coincidencias en las notas de Juan Augusto. El día en que el licenciado se preparaba para dar declaraciones a sobre algunos casos no resueltos, el título de la portada de ‘‘El Periódico’’ decía: ‘‘Notario se ahorca tras quemar su casa’’.

David Ching
2008

Este lo escribí hace rato pero hasta ahora me atrevo a publicarlo

Chiquitín, el grande

Son pocas las vidas tan llenas de aventuras pintorescas como la de Joaquín Yong, Chiquitín. Su apariencia tampoco deja menos de qué hablar, con su perfecta postura de viga de hierro, sus ojos rasgados como si fueran dos hendijas, su ridículamente baja estatura (dando honor a su apodo), un par de cabellos blancos que apenas logran salvarlo de la calvicie y sus más de noventa años, Chiquitín se jacta de tantos logros como platos de arroz servidos en su restaurante.

Entre las leyendas que le atribuye la gente están el haber inventado un nuevo plato de arroz que se popularizó por todo el país, haber violado el toque de queda de una cruenta guerra civil china, tener el primer restaurante con aire acondicionado en la provincia de costera más larga del país, haber mandado a traer a una desconocida del lejano oriente para casarse con ella y tener la mejor receta de sopa de buche del mundo.

Cuando me lo topé en la asociación hace un par de días, ya senil y con su sonrisa de ojos felices (que nunca abandona su cara), recordé todo lo que se contaba sobre él y no pude evitar sentirme en deuda con este personaje que pocas veces veía y con el que casi nunca hablaba.

No sé cuantas, ni cuales de todas las historias que rodean la figura de Chiquitín sean cien porciento ciertas, sin embargo, puedo poner mi firma en una declaración jurada sobre al menos dos: aquella de la receta de la sopa de buche, porqué la he probado, y la violación al toque de queda ,porqué si no fuese cierta, yo no estaría aquí.

Fue unas décadas antes de mi nacimiento, tras casi diez lustros de intensos conflictos bélicos (civiles y mundiales) y siglos de hambrunas mis abuelos parieron a un niño enfermizo y escuálido. Mi padre.

Chiquitín era primo de don Rafael (mi abuelo) por lo que vivía en uno de los aposentos del hogar de la familia Yong, lugar donde nació mi padre. Don Joaquín siempre le guardó un apreció especial a ese niño flaco, incluso muchos años después cuando nos lo encontramos en la asociación (hace unos días) no oculto su estima por mi padre.

El recién nacido tenía ojos de enfermo y era más pálido de lo normal, no pasó mucho tiempo para que su salud flanqueara, presuntamente pulmonía. Akión no dejaba de llorar y toser, la situación se fue exacerbando poco a poco y una noche alcanzó condiciones críticas. La luna vio a doña Rosita (mi abuela) y a don Rafael desvelarse incontables veces, guardando cuidado de su hijo. ‘‘La guerra no perdona ni a nuestro hijo’’ se decía la pareja mordiéndose los labios sin tener idea de lo equivocados que estaban.

Cada vez que el bebe lloraba y tosía se veían con la angustia que sólo los padres pueden entender y de vez en cuando soltaban un suspiro en forma de gemido. Chiquitín también estaba desde una esquina temblando de preocupación.

El hospital quedaba cerca de un kilometro pero en tiempos de guerra es difícil conseguir atención si la situación no es crítica, y en realidad el niño no estaba lo suficientemente mal para que los doctores se preocuparan por él. Fácilmente podían creer que se trataba de otra paranoia maniática de alguna madre enloquecida por el constante sonido de tiroteos. Sin embargo, cuando llegó la noche terrible en que Joaquín se hizo grande, poco faltó para enterrar a Akión.

En esa noche, el recién nacido estaba peor que nunca, sus pulmones no dejaban de obligarlo a llorar ni de votar flema. Desde los tejados se escuchaban las balas de los enfrentamientos urbanos y los ejecutados del toque de queda, los fusiles parecían estar marcando el tempo de una marcha fúnebre. Después de un rato su tos y llanto fueron menguando con su respiración. Cuando el bebe pareció dejar de inhalar y exhalar del todo, el mundo se detuvo… lo dieron por muerto.

Rosita lloró, también Rafael, ¿Qué se podía hacer?, salir al hospital era suicidio.

En medio de este drama Chiquitín se levantó y dijo: ‘‘¡Este niño no muere!’’. Con la agilidad de un gato envolvió al infante entre sabanas y (a como pudo) lo alzó sosteniendo su cabeza. Corrió desde la casa, sin temor al toque de queda ni al casi kilometro de tiroteos. Siempre con el inminente riesgo de ser encontrado y masacrado sin preguntas. El sistema del toque de queda era claro: disparo primero, pregunto después.

Algunos dicen que los soldados casi lo atrapan, otros aseguran que las balas fallaron por milímetros su objetivo, los más pícaros ríen bromeando que las armas no alcanzaron un blanco tan pequeño y que todos los proyectiles sobrevolaron encima de Chiquitín. Lo cierto es que probablemente ni el mismo don Joaquín entienda qué pasó esa noche, pero los dos valientes que cruzaron ese kilometro llegaron vivos al hospital.

Después de haber visto nacer el sol y todavía asustado, Chiquitín volvió a su casa para avisarle a su primo y a Rosita que Akión viviría.

Hace un par de días mi familia y yo fuimos a almorzar a la asociación, y nos encontramos a este pintoresco personaje. Lo saludamos como siempre, y él, con su sonrisa permanente, nos responde con su lucidez flanqueada en idiomas que yo no entiendo, que solo mi padre comprende, pero no hace falta traducción. Todos entendemos lo que dice.

David Ching
2008

Friday, November 14, 2008

Por Partida Doble

''Yo creo que desde muy pequeño mi desdicha y mi dicha al mismo tiempo fue el no
aceptar las cosas como dadas'' Julio Cortázar.




Uno está en la esquina, Otro en la puerta, bajando las gradas lentamente y ambos viendo las ideas del Quid Pro Quo y sus repercusiones.

Uno cree en todo esto de que las paredes se cierran y el lado oscuro de la luna cada vez está más cerca, el tiempo pasa y se nos mete en los respiros. Ahí en la vuelta del semáforo donde está el segundo perdido que no vamos a recuperar y que nos va encerrando en esta espiral condenándonos a un futuro inmisericorde. Porque la muerte está cada vez más cerca y ¿por qué motivos he yo de fallar la gramática que en el examen de la próxima semana hará que repruebe rotundamente? Al fin y al cabo todo es absurdo y este maldito examen solo es una de las miles de excusas para apartarnos de ver que nada tiene sentido y que nuestro semáforo solo representa el encasillamiento de nosotros mismos que nos condena a cada paso que damos. La vida misma que nos asfixia con sus minutos, atormentándonos perpetuamente en nuestros pensamientos.

Otro está ahí, Pensando que el tiempo pasa y que cada respiro está lleno de vida. Esa vitalidad misma que nos mantiene al tanto de las sutilezas más comunes y simples. Saboreando cada segundo de la existencia con lo sublime de poder tomar un café (o un chocolate) y las papilas gustativas mientras vemos al sol menear con el viento las hojas de los árboles. Piensa que todo es un manantial de agua. Incluso en lo más morboso del ser humano (morboso ya por naturaleza) hay vida una inocencia perenne, incluso lo más horrible guarda lo sublime y hermoso de atarse a la realidad, esa misma que hace que en nuestros sufrimientos estemos vivos… ¡Sí! ¡Vivos! ¿Qué más? Porque qué importa todo, si al fin y al cabo somos capaces de llorar de alegría y correr bajo la lluvia.

Uno y Otro se topan cuando Uno camina por la acera y Otro baja por el edificio. Se ven a los ojos y se sonríen porque los dos saben que piensan igual.

David Ching
2008

Tuesday, November 11, 2008

Un pato en económicas


La facultad de ciencias económicas no es lugar para un pato pero me flanquea la imaginación y solo puedo acordarme aquel pato verde que jugueteaba ayer en el planché.

Inquieto, tal vez… desubicado ¿Quién sabe?.... gracioso, definitivamente. La sola idea de un pato en la facultad me da risa. Ahí estaba, rebuscando por las barandas algo de comer y gozando con el asombro de los estudiantes que lo miraban. De vez en cuando volvía el cuello para guardar la cabeza entre las alas de su espalda y se dormía (o se hacía el dormido).

Tal vez cuando movía la cola quería burlarse altaneramente de los pobres humanos que se ensimismaban metiendo sus narices entre las hojas blancas, o de los que estaban condenados a caminar como autómatas hacía esos extraños aposentos. Y es que la facultad de ciencias económicas no es lugar para un pato y cuando hay uno caminando por el planché todos se burlan de todos.

Yo lo miro de reojo desde mi pupitre en el aula doscientos seis y no puedo aguantar la risa. Hasta que el pato alza sus alas y el profesor cierra la puerta e inicia la clase, entonces yo me despido del pato.

Cuando termina la lección y salgo el animal se había ido. Escucho entonces a un par de jóvenes hablando.

-hace una semana que anda un pato por aquí

-Es que ese pato no es solo un pato, es ‘‘El’’ pato de la facultad

Y yo respondo a mis adentros: ‘‘La facultad de ciencias económicas no es lugar para un pato’’.

David Ching
2008

Monday, November 10, 2008

Sorpresa

Tal vez un día de estos te lleves una sorpresa
Mientras buscas en las aceras un tufo sin sabor
Y piensas que yo soy uno más
De los unos más
Del montón

Tal vez un día de estos te lleves una sorpresa
Leyendo entre líneas mis tres disquepoemas inconclusos
O cuando ponga la ciega sin ver las cartas
Engañando con jugadas malas
¿Acaso verás en mis ojos desnudos?

Tal vez un día de estos te lleves una sorpresa
Cuando entre las mesas logres ver bien
Que entre nosotros hay uno que espera
Como un niño que espera su cena
O sueña con los tiempos de ayer

David Ching
2008

Saturday, November 1, 2008

Doña Rosita

Para popó… obviamente

Doña Rosita está en la sala viendo televisión, ella nunca va a entender estas letras.

A doña Rosita no le gusta que le ayuden, siente que tras más de noventa años tiene el derecho de independencia con el que siempre ha vivido. De vez en cuando le da golpecitos inofensivos a algún nieto que se atreva a asistirla para subir al carro o a la grada de la escalera sin embargo ríe cuando es necesario que alguien la sostenga para que no se caiga. Su carcajada es la de un bebe calvo de cara gorda, solo que su cara es flaca y morena, y su cabellera blanca tienta llegar al cuello. Pronuncia en su pobre español un ‘‘casi me caigo’’.

Doña Rosita se levanta, deja encendido el televisor y avanza lentamente hacia las gradas.

A doña Rosita le gusta la comida, siempre le reclama a algún hijo o nieto si su plato tiene demasiada, pero se sirve constantemente hasta quedar llena. Quizás lo hace porque siente que si abusa no quedará nada para los demás, después de todo, ella ha conocido el hambre y no quiere que sus descendientes la sufran.

Doña Rosita camina por las gradas tambaleándose y apoyándose en la pared, un nieto apaga el televisor.

A doña Rosita no le gusta que se le pierdan sus cosas, no hace mucho regaño a un nieto por una caja extraviada que él nunca tocó y que solo Dios sabe adónde está. Ella administra su vida en la mente y sabe con cuánto dinero y tiempo exacto puede dedicar para hacer feliz a sus nietos. A pesar de los años que carga en su espalda ningún hijo podría administrar su vida mejor que ella.

Doña Rosita sale de la casa y se monta en el carro.

A doña Rosita le gusta estar en familia. El diciembre pasado estaba deprimida y bastó una navidad con sus hijos y nietos para sacarla de su tristeza, a pesar de que ella nunca entendió bien el significado de la navidad. La señora disfruta las comidas grandes de toda la familia en algún restaurante, le recuerda a su lugar natal. Desde que se fue don Rafael, doña Rosita intenta cada vez más ver a toda la familila.

Doña Rosita se fue en el carro con mi padre y sé que pronto volveré a ver a mi abuela.

David Ching
2008

Tuesday, October 21, 2008

Solo en la butaca

Hay quienes no somos buenos en esto
y solo repetimos los clichés de películas olvidadas
y los años de blanco y negro.
El viejo sombrero de copa y los saltos sin sentido
y por supuesto, los aplausos y las risas.

Pero, ¡cómo nos gustaría ser los dueños de esos momentos!
y no de los que se alegran mirando (y envidiando)...
a los que se apropian de esos sagrados segundos.

Algo así es lo que pasa
o más bien reducido a un par de frases
unos guiones que no puedo escribir,
unas piruetas que no puedo hacer,
y cuando me siento en la butaca
y me lleno de alegría
me hacen aplaudir y reír
porque yo no puedo encontrar esa frase exacta
que no este trillada ni llena de miel

Hay quienes creen que soy de los que canto y bailo
y que pueden hacerte pensar que soy bueno
o inventar las líneas del personaje que interpretaré
y hacerte reír, llorar, soñar...
pero cuando lo digo
siempre falta o siempre sobra
y ya sabes como termino cuando se acaban las palomitas y se apaga la pantalla

David Ching
2008

Monday, October 13, 2008

El Octubre del miedo

Este es el octubre del miedo
Nadie sabe qué pasara
Cayó el capital financiero
Y peligran los tiempos de paz

Este es el octubre del miedo
¿Acaso volverá el veintiocho?
¿Cómo viviéremos invierno?
¿Cuánto menos tendré de tesoro?

Este es el octubre del miedo
Rusia se vuelve a armar
Resurgen rencores viejos
Y Estados sigue en Iraq

Este es el octubre del miedo
Y las bolsas siguen bajando
La especulación altera los nervios
Los economistas… manchegos hidalgos

Este es el octubre del miedo
Nadie sabe qué pasará
Cayó el capital financiero
Y peligran los tiempos de paz

David Ching
2008

Poema de un niño adulto

‘‘Lo malo de los artistas es cuando son masoquistas’’ Joaquín Sabina


‘‘Nuestra manìa por crucificar el corazón’’
-Escribe, mi niño, escribe
Escribe, aunque pierdas la razón
Escribe, mi niño escribe
Escribe para sentir el dolor
‘‘Nuestra manía por crucificar el corazón’’.

‘‘No puede ser cuerda esta costumbre masoquista
De entregar el alma y desnudarse al fin’’
-Escribe, mi niño, busca tu pista
Escribe, mi niño, conócete a ti
Escribe mi niño, busca tu pista
‘‘No puede ser cuerda esta costumbre masoquista
De entregar el alma y desnudarse al fin’’

-Y aquí publicas mi niño
Y aquí te vas a entregar
Quieres que te vean mi niño
Quieres ser una estrella fugaz
Se nota en tus ojos, mi niño
Cómo te duele cuando quieres brillar
Te gusta el dolor, mi niño
Cuando lloras escribes aún más
No crezcas tanto mi niño
Quédate aquí en nunca jamás


Y es que mi niño no llora
Y es que mi niño no deja de llorar
Este es un niño, un niño que aflora
Este es un niño que no se deja mandar
El niño, mi niño que está condenado
El niño, mi niño que está en su lugar
Un niño que sueña, durmiendo atascado
Un niño que desfigura su alma al azar
Mi niño, mi niño, no estàs abandonado
Mi niño, mi niño no te quiero dejar

David Ching
2008

Wednesday, October 8, 2008

Aún Somos Niños

Cuando corremos
Y creemos que nuestro blog es una patente
Saltando en los charcos

Todavía solemos
Pensar que somos periodistas fuertes
Mientras jugamos con zancos

En un instante nos volvemos
Críticos, analistas, megalómanos imberbes
Que se creen escritores consagrados

Queriendo no ser de esos
Que gritan pero no hacen diferencias congruentes
Por eso fingimos ensayando

Y a pesar de todo no estamos de acuerdo
Sobre lo que hay que a hacer, sobre qué es lo correcto

Pero qué lindo es jugar a eso
Y al fin y al cabo seguir soñando
Con que cumpliremos nuestro sueño

David Ching
2008

Recomendaciones de un humano

Prohibamos los versos
Prohibamos las anáforas
Y esos encabalgamientos
No se hagan con palabras

No escribamos más símiles
Tan simples como versos de Martí
Ni metáforas de ojos vírgenes
Dejemos a las prosopopeyas morir

Adiós a los versolibrismos excesivamente tediosos y largos
Y a los simples también
Despidamos las estrofas sin rima
Ni métrica

No más arte, no te expreses
No seas triste, no seas feliz
No más arte, no te expreses
Ven a tu tumba a dejarte morir

David Ching
2008

Monday, September 29, 2008

Señor Psicólogo

Son esas mismas ilusiones las que nos hacen retirar un par de cursos o fumarse algunos cigarros a la salida de clases, viendo la lluvia caer en nuestros pantalones de mezclilla rotos por el tiempo. Para después volver a casa y ver a nuestra madre preocupada por los pantalones porqué no entiende que no, que así nos gusta andar y aunque no nos guste, no importa realmente. Nosotros, siempre creyendo que unas clases de economía o de química no van a hacer ninguna diferencia y por eso nos perdemos, y vamos por unas cuantas cervezas, y esos otros pendientes de quien sabe qué. Hasta que algún día nos cae algo que nos interesa en las manos.

Ahí veremos al futuro doctor y la futura bióloga hablar de existencialismo y corrientes positivistas y todo eso que se supone que deberíamos de saber todos.

La vez pasada me topé a la futura bióloga, pero me ignoró. Odio sentir esa prepotencia con la que se jactan esos que creen que su profesión es mejor que las demás. El futuro doctor también es un poco ‘‘nariz p’arriba’’ pero, por más que se queje, yo lo he visto saltar en los charcos de las aceras cuando llueve en exceso.

Me siento tan torpe e hipócrita a veces, cuando los saludo con mi sonrisa falsa y voz calurosa, pero todavía más cuando los critico, sabiendo que soy exactamente igual que ellos.

El futuro doctor me agrada, a pesar de todo. Tiene una extraña manía por los cafés de media tarde y los cigarros fuertes. Habla con voz pausada y lenta, a veces me dan ganas de gritarle que el tiempo pasa y que hable más rápido.

La futura bióloga es tan agradable como clavar clavos en mis ojos (y no soy masoquista). Su voz chillona no ayuda a soportarla, pero de vez en cuando sus cabellos acolochados bailan alrededor de sus suaves pechos y no puedo dejar de mirarla. Ha de pensar que soy un morboso indecente.

Dejando las cervezas, las clases y los cigarros a un lado, siento ocasionalmente la necesidad de correr en círculos alrededor de las facultades de la universidad y ver a los ilusos quejarse de algún hecho pueril.

Algunas veces me dan ganas de agarrar las pancartas de esos prepotentes (que siempre están enaltecidas con algún color político) y quemarlas. Decirles a ellos que estoy hastiado de la política y que dejen vivir a los que no queremos saber nada de eso, pero entonces me daría asco yo mismo porque sé que en unos días también estaré con pancartas de colores.

También, de vez en cuando, quiero mandarlo todo a la mierda. Las cervezas, las clases, los cursos que retiré, los cigarros, y lo demás, pero si todo eso se va al carajo ¿Qué haría yo después? ¿qué pensarían de mí el futuro doctor y la futura bióloga?

Ahora si doctor…¿Cuál es mi problema?

Wednesday, September 24, 2008

Y Te Vas

Deja que la casa guarde polvo
Que un par de plantas se asomen al sol
Que las ventanas se pongan amarillas
Y los cuadernos se vuelvan sordos
Y los lapiceros se sequen al sol
Y los cajones acumulen millas

Lás lagrimas corren tus arrugas
El telón no volverá a caer
Fotografías sepia irán a acompañar
A un par dde papeles con notas absurdas
Pañuelos que nunca se terminaron de tejer
Cartas que no te atrevista botar

Camina con los brazos abiertos al cielo
Sin miedo a flanquear, sin miedo a vacilar
¿qué más da otra caída en tu historia?
No mires abajo, no mires alsuelo
Frente alta, viendo al mar
Con el orgullo que respalda la memoria

Y te vas…


David Ching
2008

Friday, September 19, 2008

Qué fácil era

Todo era más fácil cuando estaba enamorado
El lápiz no pensaba, solo se iba, cómo ahora
Y en los momentos también en que lloraba descorazonado
Y repetía mis costumbres en rutina cada hora

Soñaba con una taza de café
Cada mañana cuando el sol salía a jugar
Y esperaba hacer una llamada a las seis
Con la ilusión de la fe en algo trivial

Qué fácil era cuando creía en el amor
Cuando solía soñar a ventanas abiertas
‘‘espérate que sepas que no es pura pasión’’
‘‘Espérate que sepas que no se han ido las reinas’’

Pero ya no es así, ya todo se fue
Se quedó empolvado en alguna ventana
Se lo llevo el viento y se fue el querer
Ya no siento el café ni el sol de la mañana

Perdí la fe que nunca tuve
Y ya no llamo a las seis a nadie
Ni espero en rosas que tú me arrulles
Ni guardo aplausos, ni pido zarpes.

Y aún así, guardo el calor
La esperanza de que un día todo vuelva
‘‘espérate que sepas que no es pura pasión’’
‘‘espérate que sepas que no se han muerto las reinas’’


David Ching
2008


(un poco cursi... ya sé)

Saturday, September 13, 2008

Los Gigantes

Y es que cuando terminan mejor que uno
¿Qué se puede hacer?
Se puede rebuscar entre la basura,
Imitar a las estrellas,
Decir ese ‘‘te acordás’’ que nunca falla
Tomar un par de tragos entre amigos
Y hasta escribirte un par de cosas

Pero olvidemos todo eso por un instante
Y pensemos ¿Quién fuer?
¿Quién supo adelantarse a su tiempo
Y quitarnos la ilusión de ver nuestro rostro en sepia?

Entonces lo envidiamos
Y nuestros ojos rojos de furia
Incandescentes como el fuego de la hoguera
Van a reclamarle sus triunfos
Y lo condenamos por no ser de nosotros
Sino de ellos, de los demás
Y le tiraremos piedras y culebras
Y lo odiaremos por siempre

Yo no se usted, pero yo prefiero
Rebuscar entre la basura
Imitar a las estrellas
Decir ese ‘‘¿te acordás?’’ que nunca falla
Tomar un par de tragos entre amigos
Y hasta escribirte un par de cosas
Ah y casi se me olvida
Seguir intentando


2008
David Ching

Un intento de versolibrismo

Wednesday, September 10, 2008

¿Adónde?

¿Adónde yace la justicia de lo que quiero ser?
¿Adónde marcan el valor de lo que quiero tener?
¿Adónde pierdo la oportunidad del falso temer?
¿Adónde lucha el que pierde la batalla de fe?

¿Adónde se excusan las excusas de amores perdidos?
¿Adónde acaban las cartas de los no correspondidos?
¿Adónde mueren las letras de los poemas dolidos?
¿Adónde se oculta la hermosa ninfa del río?

¿Adónde maldigo la suerte del perro?
¿Adónde hechizo la voluntad de los cielos?
¿Adónde terminas de peinar tus cabellos?
¿Adónde se acaba el valor de mi espejo?

¿Adónde dicen que sí los amores?
¿Adónde dicen que no las pasiones?
¿Adónde regresan esos ricos sabores?
¿Adónde enfrentamos los terribles temores?

¿Adónde me apunto en la lista de espera?
¿Adónde está la espada de la lucha del poeta?
¿Adónde van las lágrimas de las damas esbeltas?
¿Adónde cayó mi arrojada saeta?

¿Adónde se extravió mi primer cuaderno?
¿Adónde se fue este crudo invierno?
¿Adónde la lluvia ha secado el momento?
¿Adónde el viento pasmó lo que siento?

¿Adónde dice el testigo la verdad?
¿Adónde el canalla se va a ocultar?
¿Adónde por siempre he buscado el jamás?
¿Adónde me viene a buscar el azar?

¿Adónde acabo, empiezo, voy y prosigo?
¿Adónde va el corazón y adónde el olvido?
¿Adónde se marca mi verdad con un hilo?
¿Adónde encuentro lo que soy y he sido?

David Ching
2008

Saturday, September 6, 2008

Traición de Daniel

Coleccionaba en un cajón los recuerdos de timbres secos, del brindis de lágrimas, del sabor de la sal, veía aquel cofre de tesoros recordando todos esos tiempos pasados. Estaba completamente ensimismado cuando lo sorprendió Domingo Mejía, entró de imprevisto y sin mirarlo a la cara le extendió una nota tan arrugada como la camisa de Juan José.

-Usted sabe que no quiero interrumpirle, pero el deber es el deber- dijo Domingo previniendo el golpe que Juan José Vindas estaba a punto de darle.

Juan José comprendió de inmediato- a pesar de su carácter solía, entender a la gente- y después del muchas gracias y las formalidades vanas –sin olvidar pasarle candado al cajón- bajó para ver la nubosidad del día. A lo lejos, esa maldita sirena con su ‘‘wio-wio’’ enturbiaba cualquier mente, pero ya estaba acostumbrado, era como vivir con la amenaza de la guerra fría, con la amenaza con la que estaba más acostumbrado a vivir que nadie en este mundo.

La nota no era más extensa de tres cuartillas, pero lograba quebrar el labio y refractar la voz. No era su amigo, ni mucho menos algún familiar (aunque… tal vez sí), pero todavía recordaba estar cargando armas a orillas de un río diáfano y oír las granadas lejanas caer en alguna ciudad cuyo nombre se había perdido. Era uno más de los tantos, pero quizás este tenía más realidad, más carne y hueso, y no era solo una idea vana.

Releía las gordas letras que recalcaban el DANIEL LÓPEZ como si fuera un fantasma perdido, no es que no lo fuera… pero esta vez sonaba tan cierto, tan tangible. Sabía que difícilmente lo volvía a ver con vida, pero no estaba preparado. Esta muerte lo hacía pensar en volver, volver a la capital, volver a su vida civil y pacífica, sin tener que preocuparse más por esta traición.

Pero volver implicaba, pedir perdón, pedir aceptación, volver al rechazo de su pensamiento y dejar de ser él, pero ¿Acaso era él ahora? Hacía años que se sentía como una sombra de lo que alguna vez fue. ¿Cómo calzaba el nombre Juan José Vindas en esa imagen tan sinsabor, tan vacía?... No, no podía volver. No se atrevía.
Domingo bajó y de forma taciturna lo miró de reojo con un viejo desván le tiró una vieja tela roja con negro, y después de las formalidades vanas se marcho… A lo largo del camino volvió su vista y gritó con despecho: ¡VIVA AUGUSTO!

El grito retumbaba en un eco implacable y volvía a enmarcar la duda, volvía al pasado…era como una prisión vivir en esta línea divisoria, no podía ir al norte y tampoco al sur. El nombre Augusto era el valor, era la virtud, era el principio por el cual luchó, pero el apellido que lo acompañaba era, un nido de culebras, una piñata, una traición. Juan José tiró la tela al horizonte, entró y abrió del cajón, guardó la carta que acababa de recibir y sacó una pequeña tela blanca, azul y roja con el retrato de un señor cachetón y de porte fino, cuyas siglas se leía debajo: ‘‘R A C G’’. La imagen estaba carcomida por el tiempo. Se detuvo a mirarla con cariño junto con unos apuntes fotocopiados de un tal Mora.

Recordó que no le había pagado a Domingo, pero no le dio importancia, lo más probable era que volviera con el viejo correo días después, con la misma hiel en la boca a darle otro obituario de un antiguo compañero de armas. Ya ninguno podía ser peor que este… Daniel López había cruzado con él, había retado al mundo igual que él, Pero no volvió con él a la patria que vio sus nacimientos, que no entendía sus ideales y en la que el negro y el rojo no significaban más que un equipo de fútbol.
Hacía más de un año que Juan José se había condenado al auto exilio cerca de la casona, sabía que tarde o temprano debía pedir perdón (aunque no tenía en realidad motivos para hacerlo), volver a estudiar, y vivir una vida tranquila. Era eso o volver al norte, a luchar de brazo partido contra las corrientes del mar para ser acribillado como su camarada. Pero hacía ya mucho tiempo que decidió no volver sin tener la fortaleza de dar una vuelta a la casona, sabía que si se marchaba sin hacerlo, de nada hubiera servido vivir tanto tiempo en esta embajada.

Juan José se quedó mirando a lo lejos la vieja casona hasta que cayó la noche. Durmió con pesares pero sin remordimientos, eso sí, fue menester para la pobre alma suya volver a ver sus pequeños tesoros, el retrato, los apuntes, la bandera, la última foto antes de enlistarse, en fin… todo lo que le recordaba su vieja vida, todo lo que le recordaba quién era Juan José Vindas.

Pasó así ensimismado en este mundo varios días, pensando en Augusto César, en el retrato, en los apuntes pero más que todo en Daniel López, todos habían sido de cierta forma sus maestros, sus mentores, ninguno tan cercano como López, pero tampoco tan lejanos como un perdido líder barbudo de una isla caribeña, o un asmático argentino fusilado. Siempre hablaba de López o de Daniel López (quizás por una escondida fobia al nombre Daniel cuando lo acompañaba un apellido en especial), cuando, cada muerte de obispo, se encontraba un camarada perdido, algún amigo o cualquiera que pudiera platicar con él, al fin y al cabo se había auto condenado a esto, a la soledad, a limpiar su mente y a hablar con quien cualquier desafortunado que cruzara su camino, sin importar opinión, credo o apariencia.

A veces Domingo traía el correo y Juan José aprovechaba para intentar escapar de la soledad y hablar de las noticias, aunque nunca eran buenas, eran restos de obituarios perdidos que solo un antiguo amigo se dignaba a brindarle desde el norte. Casi nunca traía noticias de vivos, ya los vivos habían dejado de importar porqué eran pocas las muertes (por lo menos eran menos que antes).

Juan José en sus conversaciones vacías siempre terminaba viendo al pasado, golpeando su alma, ya fuera él o la otra parte (era el tema del momento). Su mente seguía siendo radical, su alma no…sabía que todos sus principios eran grandes y correctos, al fin y al cabo, eran principios, y con esto bastaba para alcanzar (aunque fuera por un débil y breve momento) una falsa tranquilidad. Olidarse por un momento de la traición

En medio de esta isla de inundaciones llegó una carta de esas que recibía esporádicamente y que nunca tenía el valor de botar ni de leer. Esta venía con un sello elegante y un sobre caro (esos lujos que Juan José siempre odio ¿o no?... y quizás por eso siempre venían así) Esta vez fue diferente, el valeverguismo pudo más que el miedo y sin ademanes de forcejeos la abrió y empezó, de arriba abajo, a leerla. Fue hasta después de las imploraciones familiares, de las lágrimas dibujadas con palabras, que cayó en conciencia que era el primer documento postal que leía, exceptuando los de Domingo.

Esa nueva carta hablaba de su regreso, de no seguir contra el enemigo, de dejar pasar todo… nada nuevo, era el mismo cliché que en su mente escribió durante años de revolución. Todavía no podía creer que su familia veía no lo entendía, pero nada podía hacer ya. No había caso, la revolución había sido traicionada e iba a ser destruida por la contra.

Despues de unos días llegó de nuevo Domingo, sin cartas ni noticias, solo a hablar un poco. El clásico ¿Cómo vas? Los acentos marcados y el sentimiento revolucionario vigente aún.

-¿Comó nos abandonaste hermano?- decía Domingo

-Nos traicionaron, y ahora ellosvan a ganar- decía Juan José

Y así cambiaban el tema, iban a mujeres, alcohol, y todas esas pequeñas cosas que hablan los hombres solos en sus tiempos sin lágrimas ocultas. Pasaban así la tarde los dos amigos hasta que Juan José no pudo más. Pagó sus deudas (¿voluntarias?) a Domingo y dijo:

-Ves esa casona, ahí luchamos nosotros a brazo partido antes de ir a luchar con ustedes hermanos, de ahí los sacamos y nos defendimos. Ahí esta el espíritu que hoy nos falta, ahí están las almas de los que ayer estuvieron, de los que hoy nos tenemos que encerrar.

-La verdad hermano, son otros tiempos, tu patria no arde, la mia si… pero no te preocupes por nosotros pue, que no quiero que te mates o te maten como a Lopez

Fue quizás este el detonante para que Vindas se levantara, y evocara la lucha de hace más de un siglo. Caminaba por los pasillos de la casona, olvidando que sus enemigos estarían por ahí, ‘‘pintando escuelas’’. Ya había pasado el odio… ese maldito odio que le carcomía el alma y le destrozaba la mente. Solo conocía ahora su vida, ya los conflictos habían muerto dentro de él. El idealismo, la guerra, todo eso había pasado, había muerto como una guerra de hace unos treinta años que no había destrozado tanto a su paso como esta. Y después de darle esta vuelta a la casona, volvió donde Domingo.

Su hermano del alma lo esperaba y sabía a que venía, intento decir adiós, pero Juan José no quiso, había finalmente cumplido aquello que se había propuesto y que significaba el final de su autoexilio, pero no dejaría a Domingo solo, este compadre había de sufrir mucho en un gran país que se estaba cayendo con un Daniel muerto, un Daniel que los había traicionado, Vindas no lo podía permitir. Por eso, después de unos pocos convencimientos y las formalidades vanas, los dos compadres se fueron abrazados caminando juntos a un mismo rumbo, hacia un lugar sin piñatas, ni traiciones.


David Ching
2007

Este cuento hasta ahora me atrevo a publicarlo por ser el más político que he escrito

Friday, August 29, 2008

Ganadores y perdedores

Son los españoles que hablaron catalán
Son los cubanos que huyeron de Miami
Son los desertores de las guerrillas de las Farc
Son los que son o repudian a los nazis

Son los estudiantes que se sentaron en Berkely
Son los jóvenes que ocuparon La Sorbona
Son los rusos que negaron a Lenin
Son los que depusieron de las pistolas

Son los intelectuales universitarios
Son los frentes violentos de Centroamérica
Son los grafitis de los centros urbanos
Son la actitud dubitativa y escéptica

Son los que nos dieron nuevas ideas
Son los que no nos dejan progresar
Son los que nos muestran que hay problemas
Son vagos que no saben gobernar

Son drogadictos, utópicos, inhumanos
Son héroes, admirables, luchadores
Son tanto en lo bueno y tanto en lo malo
Son rebeldes, ganadores y perdedores

David Ching
2008

Wednesday, August 13, 2008

La Lluvia

(Este cuento fue antes publicado en el blog rincon de tinta y papel, administrado por Mauro Trigueros)

Caían las gotas como cristales en las vasijas. La áspera noche del yigüirro cantante entraba por todas las hendijas del viejo pueblo, al igual que el agua. El reflejo de plata de las calles de lastre mostraba una luna llena triste, llena de lágrimas. Una vieja casa de adobe con un pórtico humilde se veía a lo lejos.
Elías caminaba, las gotas y el sudor rodeaban su mejilla y su pecho. No cargaba paraguas, era inútil, la lluvia se escabullía como el aire estos días y se metía en los poros. La humedad era tal que el viejo pórtico humilde parecía estar bajo el agua…
‘‘Toc toc… suena la tinaja… toc toc…Suena la madera’’-
- Mirá no más, esta maldita lluvia ya hasta nuestra hija jodió- dijo la mujer mientras Elías la miraba. Era tosca de forma, cierto atractivo rodeaba la carne morena (o curtida por el sol, ya no se podía distinguir), chola y guanacasteca. Su carácter era fuerte y sosegado, tanto así, que sin conocerla se le veía como si fuera dócil.
- ¿Que hacemos? ¿qué me pides? ¿dejar esto? ¿adónde? La carretera se derrumbó, la voladera de pata es gigante, Isabel no la aguantaría- replicaba Elías con su marcado acento nicaragüense. Veía a Teresa, a Isabel, al pueblo, a su vida, todo se veía venir… pero qué hacer.
‘‘Toc toc… suena la tinaja… toc toc…. Suena la madera’’-
La noche practicaba esa vieja costumbre del misterio. En tan solo segundos de silencio, mil voces replicaron el interior de Teresa y de Elías, y el incesante canto de Isabel alborotaba la angustia de sus almas: ‘‘Toc toc… suena la tinaja… toc toc… Suena la madera’’
Elías venía de otro lugar, no conocía estas tierras. Su genio furibundo e inocente solo se controlaba por el amor que guardaba por Teresa y la paciencia de trabajador arduo que había marcado su cuerpo… este lugar no lo había visto nacer, pero no había más que decir, sin conocer mucho se pronosticaba el futuro, la lluvia caía… eso hablaba por sí mismo.
Teresa llevaba más de tres décadas viviendo en este viejo pueblo, no sabía cómo explicarle a ese extranjero de fachas (tosco y cholo como ella) lo que sentía. Nunca había llovido tanto, en toda su memoria tal diluvio no se registraba. Ella pronosticaba lo que venía como cualquier mortal, sabía cual iba a ser su destino… finalmente rompió aquel silencio eterno de dos minutos:
- Nos vamos- dijo de forma concisa, sin más ni menos...
- No podemos- aseguró Elías
- Bueno, ya sabes lo que viene entonces. Esperemos que la comisión llegue a tiempo, que nos salve, esperemos volver a ver todo esto. Ya mirás al fondo el cerro, que se nos viene encima, y no para de llover. Ya mirás al lado el río que se nos viene encima, y no para de llover. Ya mirás alrededor el mundo que se nos viene encima, y no para de llover.

David Ching Vindas
2007

Friday, August 8, 2008

Principio de Incertidumbre

Cuando Einstein dijo ‘‘todo es relativo’’
Heisenberg preguntó ‘‘¿Adonde estás?’’
Y desde entonces no existen motivos
Porque al responder no se supo velocidad

Hawking quiso encontrar en agujeros
Lo insignificante de la tierra y su diario
Y Schroedinger sin saber si existen perros
Llevo su gato al veterinario

Y todos buscaron respuestas
En este caos cuántico imposible
El universo se expande y es más chica la puerta
Del saber y de lo infalible

Pero ¿si en el espacio-tiempo curvo
Sobrepasé la velocidad de la luz?
¿Cuántas dimensiones para no ser absurdo?
¿Cuantas frecuencias para que Doppler oiga luz?

¿Y si estudiamos la doble entrada
Cuando todo es posibilidad?
¿Somos onda, partícula o nada?
¿Somos fotones? ¿Somos?...¿En Realidad?

¿Acaso el big bang expandió el polvo escueto
La materia o energía oscura que jamás
Nos resolvieron el maldito incierto
De si somos? ¿Somos?... ¿En realidad?

David Ching
2008

Monday, July 21, 2008

Quiero morir

Quiero morir corriendo desnudo bajo la lluvia
jugando poker con mis amigos
escuchando al artista en sus angustias
preocupandome por mis delirios

quiero morir escribiendo en un cuaderno
tocando piano con el alma
soñando el futuro que anhelo
estrallándome en mi vieja barca

Quiero morir con una sonrisa
sosteniendo el mar en mi ser
sintiendo en mi cara la brisa
con el llanto incrédulo de querer

David Ching Vindas
2008

Sunday, July 20, 2008

Soneto I (Soneto a la Vejez)

El amor de ojos caídos que parece
Un relicario empolvado en el tiempo
De largas luchas contra el azul viento
En bailes antiguos se desvanece

Por esas épocas de canas blancas
Que en lágrimas dejan amargo gusto
De dulce piel acostumbrada al culto
Brindamos esas viejas remembranzas

En esta ternura de suspiro hondo
Guarda experiencia, verdad y polvo
La sabiduría, sin rencor, sin odio

Todos a esa senda caminamos
Hacia tiempos en que nos arrullamos
Con la vida que empezamos soñando

David Ching Vindas
2006

Tuesday, July 1, 2008

Un ramo de crisantemos

¿Te acordás? Claro, no siempre fue así, pero ese era el esquema. Vos corrías y yo me quedaba quieto hasta que me hacías señales y me gritabas que ya, que ya estabas lista. Entonces te perseguía. Corríamos, y si llovía, corríamos más. Algunas veces te alcanzaba y te susurraba en el oído palabras que te hacían sonrojar. Otras veces te me escapabas y te reías de mí, pero siempre terminábamos llorando de alegría, tirados en el suelo con una sonrisa de oreja a oreja y un sentimiento de calor adentro. Nunca entendí … ¿Por qué podía actuar así con vos? ¿Por qué no podía actuar así con nadie más? no te imaginas cómo extraño esas tardes que parecen ya de antaño, pero bueno todo pasa.

Por supuesto que sigo viviendo en el pueblo. Yo te dije, te lo prometí, aquí nací y aquí me muero. Claro… me fui un par de años, pero solo para darme un respiro. No es que huía, pero ¿con qué cara podía ver a Jorge?

Si, si todo está bien con él. Nos hablamos cada cuanto, lo que pasa es que después de todo esto terminamos echándonos la culpa. No es que peleábamos, era esa guerra fría. Como Sara y vos cuando tu bola se estalló. No me vengás con la excusa de que eran niñas, vos conocés bien ese tipo de tensión mezclado con resentimiento, ese que no se quita con la edad. Además, decime ¿Cuándo actuábamos como adultos? Decime porqué dejar de ser niños y ¿Acaso alguna vez dejamos de serlo?

Si vos y yo siempre fuimos niños sin miedo y adultos sin leyes. No, por supuesto que no éramos rebeldes sin causa, pero no conocíamos leyes. ¿Cómo explicarlo?... Bailábamos en la lluvia, éramos dos perdidos, enamorados de la vida. Solo nos gustaba correr, reír y llorar. Ese romanticismo de los campos de zacate que siempre nos cautivó. Aunque no parezca y aún con todo lo que pasó sigo siendo así, o por lo menos eso intento, seguir viviendo en la imaginación, guardando toda la belleza de esa infancia perdida. Vos me conocés, no quiero perder esta chispa, esta luz que sale de mi corazón, aunque si es cierto que no sigo siendo el mismo desde que te fuiste.

Después del incidente me fui a vivir a la casa de mis padres. No era un intento de escapar, solo no quería que estallaran las bombas con Jorge, al fin y al cabo tu hermano y yo aún nos queríamos. No… ¡Claro que no!, ¡Cómo se te ocurre! Bueno, bueno… si te vas a poner inquisitoria admito que había más razones. No vale la pena explicarlas, vos bien sabés cuáles son. Y entonces así, sin más ni más me fui a desempolvar la casa, a quitarle ese viejo rótulo de ‘‘Se Vende’’ y a meterme en este mundo mío.

No, no busqué otro trabajo. ¿Para qué? La casa de mis padres quedaba a media hora, además yo sabía que iba a volver. Precisamente por eso nunca quise abandonarlo todo, sino solo sentía la necesidad de sufrir de esta especie de síndrome de diplomático internacional. ¡Pero qué embajada más cruel la que me tocó! Había tantos recuerdos en esa casa olvidada, tantas historias y tantas sombras me acompañaron en aquella soledad que cuando todos volvieron, no me di cuenta que muchos los había olvidado sin querer y otros hubiera deseado no recordarlos.

¿Me creerías si te digo que a pesar de no haberte visto durante estos años todavía te reconozco perfectamente? Es que todo este tiempo no hice otra cosa que acordarme de vos. De todo. De tu olor, de tu figura, de tu cara, de tu cuerpo. Y en mi exilio no hice más que evocarte y entristecerme. Me sentía solo cuando veía al patio carcomido por la mala hierba, porque no veía un terreno verde abandonado, sino veía a dos niños jugando a la pelota. En la calle del frente, entre el asfalto y los carros se dibujaba un camino de lastre con dos pies adolescentes dándose el primer beso con el amor de la ilusión inocente. Y, por último- y más cruel- mi cuarto guardaba las huellas de los amantes que una noche se dejaron llevar por sus corazones, y dejando la ropa a un lado se entregaron a la pasión de los cuerpos. No lo digo para coquetear o reconquistarte, de por sí ¿De qué sirve eso ya?

Lo que te puedo decir de mis años allá no es nada extraño. La vida fue tranquila, saludar caras viejas, vos sabés, los ¿cómo estás? los ¡Tanto tiempo! Y los ‘‘tenemos que hacer algo un día de estos’’. Tantas historias fueron y tantas eran, que cuando volví a nuestro pueblo, - y no es que me esmerara en hacerlo pero- no pude diferenciar el pasado del presente. Era como vivir en un portarretratos amarillo, de esos que hacen que se te mojen los ojos cuando ves la foto de amigos que creíste olvidar. Sólo que la alegría del recuerdo a veces está empañada por la amargura del presente en que terminó. Había tantos sueños que dejé morir, tantas ilusiones que no se hicieron realidad. ¡Qué hermoso es soñar de gratis! En cada esquina había pasado algo, y ya no era lo mismo. Por ejemplo: ¿Te acordás de la pulpe del chino? Ahora es un edificio de oficinas. No es que me queje, pero para mí siempre va a ser la pulpe del chino, donde comprábamos tarjetitas Sara, Jorge, Carlos vos y yo, y nos sentábamos después en la acera a intercambiarlas.

¡Vieras qué cambiado está Carlos! No lo hubieras podido reconocer, si yo no pude, pero bueno, sigue siendo el mismo, con los mismos mates, el Carlos de siempre. Me preguntó si estaba bien y no supe que responderle. Aunque creo que él estaba tan golpeado como yo, si fue por él que terminamos junto ¡Cómo nos jodía con eso!... Pero bueno supongo que, a pesar de que los dos llorábamos la misma herida profunda y ponzoñosa, no hay nada que el tiempo, las habladas y el café no tranquilicen en este mundo. Mucho menos con alguien como Carlos que vos sabés como es.

Y entonces, con todo y todo, tuve que aprender a vivir así. Viéndote sin verte en cada esquina, como un fantasma. Era vivir en constante temor de que aparecieras, o tal vez, más bien quería verte, por eso iba a las calles en las que siempre nos perdíamos o me quedaba contemplando los paisajes que veíamos cuando ponías tu cabeza en mi hombro y yo te abrazaba. Todo con esa sutileza sublime que todos nos envidiaban.

Es curioso, después de muchos años de vivir la misma rutina todos creían que me aburría, parecía un señor, de esos que caminan por inercia y que la vida parece haberles dado todo lo que puede darle a alguien. Y en realidad, tal vez era uno de ellos, y por eso entendí que a veces una vida automática no es sinónimo de monótona. Porque aunque hacía exactamente lo mismo todos los días, no dejaba de sufrirlo ni (tengo que admitirlo) de disfrutarlo.

Ya me estaba acostumbrando a esta vida de recuerdos cuando Jorge me llamó. Carlos había viajado al pueblo y había visitado a Jorge, intentaba convencerlo de hacer un negocio y terminó hablando de todo esto…. No me extraña, para mí que Carlos desde el principio lo que quería era que enterráramos las hachas, siempre tan diplomático él. Casi me explota el corazón cuando oí a Jorge, y lo peor es que lo único que hizo fue hablarme. No hablamos de vos, todavía no estábamos listos, simplemente nos pusimos al día. Cuesta creer que habían pasado tanto tiempo desde el inicio de esta extraña, pero las heridas nunca sanaron, tal vez solo hoy por mi parte, y no sé cuando sanaron las de Jorge. Sanaron antes de las mías eso te lo puedo asegurar.

No creas que fue el milagro de la llamada y a los cinco minutos ya estaba de vuelta en el pueblo. Eso solo pasa en las salas de cine del final de la cuadra de mi casa. Menos con lo recatado que yo intento ser. La llamada fue solo el principio, la semillita esa que empieza a crecer poco a poco, como cuando te dí una rosa a la salida del cine, algo parecido. Así empezó y después pude seguir hablándo con Jorge, de alguna u otra forma, incluso vino a visitarme un par de veces.

De hecho fue tomando un café que decidí volver. Jorge y yo empezamos a hablar de este tema prohibido por primera vez. Ya los años nos habían dado luz verde, y pudimos conversar de vos, de tus risas, de tu forma de hacernos reír, de tantas cosas…Y eso era. Es decir, eso fue lo que nos unió, lo mismo que nos separó. Él con su cariño de hermano sobre protector que siempre fue, si vos bien sabés que siempre me celó y no me odió solo porque éramos amigos, y yo, yo con toda la historia detrás que venía cargando desde hace tanto tiempo.

Y por fin se unieron los cables. Nunca recordé bien el accidente, estábamos sentados en las escaleras de la entrada, charlando como siempre, contando chistes y riendo. Vos dijiste que habías oído algo, pero Luis y yo no le dimos importancia, aunque creo que yo si lo había escuchado. Lo siguiente que supe es que todo daba vueltas, nos agarramos de las barandas, recuerdo haber visto unos pedazos de cielorraso volando y lo último que supe es que estaba en una ambulancia, que un latón viejo te había golpeado la cabeza. Nunca olvidaré el sonido continuo y largo que marcó el momento en que me dejaste. (‘‘pip… pip… piiiiiiiiiiiiiiiiiiip’’)

No supe más. Tampoco Luis, eso fue todo. El pueblo no quedó tan mal, todo se pudo reconstruir al ratito, solo yo quedé roto y tal vez tú hermano. Esos si tardamos en recuperarnos.

Yo no te volví a ver desde entonces, hasta hoy. No puedo creer que no hayas cambiado ni un pelo, cuando a mi ya se me cayeron todos. Aunque creo que así es como al fin y al cabo tienen que ser las cosas. Perdón por no haberte visitado antes, espero que entiendas, además, vos sabés nunca me gustaron estas piedras. Lamento irme tan rápido, pero tengo que venderle la casa de mis padres a Carlos y volver a limpiar la nuestra. Por último, pero no menos importante, también te pido perdón por no traerte más regalos pero con lo que gasté en la mudanza no me alcanzó para más que este ramo de crisantemos.

Julio, 2008

Monday, June 16, 2008

Espéranos en primavera

Para, y en memoria de, Luke Santi

''La grandeza de una persona se puede manifestar en los grandes momentos, pero se forma en los instantes cotidianos'' Philips Brooks


Espérame con tu gorra roja
riendo como cuando fuimos a bolear,
y con tu sonrisa de buena hora,
y con la ciencia con que no lloras,
espérame ahí, en nunca jamás.

Con tu cara pálida y roja
y tu seguridad al caminar
negaste publicar tu historia
pero sin ocultar pena ni gloria
mientras sonreías al mirar

Con los ojos de un niño
que muy rápido creció.
Y luchaste contra el destino,
valeroso en el camino,
del que nunca se tumbó.

En agosto te recordamos
En noviembre prendemos tu vela
porqué tu memoria no apagamos
porqué te conocimos en verano
espéranos en primavera


David Ching

Junio 2008

Monday, June 2, 2008

El Día

El joven se levantó de su cama, por varios minutos permaneció inmóvil, con una mirada taciturna que apuntaba al costado contrario del cuarto, en su expresión se notaba que sus pensamientos eran serios y profundos. Sabía que era la tarde del día que acababa de ver nacer, por primera vez en su corta vida, estaba seguro de algo.

Salió de su habitación con prisa, tomó el abrigo de algodón, que había sido un regalo de su padre y emprendió el mismo recorrido que todas las mañanas seguía rutinariamente. Trotando a paso lento, intentaba recordar cómo había empezado todo, quizá fue aquel día que pisó por primera vez el colegio, o tal vez en el momento en que gritó, ¡No! Pero la verdad, eso ya no importaba.

Mecánicamente había vuelto a la cabaña en que vivía desde que su padre murió. Subió a su cuarto para colocar la guaria morada, que robaba todos los días del jardín de lo que una vez fue su hogar. Ya casi era fin de mes, y cada treinta días depositaba todas las flores que podía acumular en la tumba de su progenitor. Después de ordenar su cuarto y tomar un corto baño, bajó a despedirse de su madre, ésta le ofreció un desayuno, pero él no lo aceptó, ya que no tenía ganas de comer.

Como todos los fines de semana se iba a charlar con sus amigos al parque, y quizás, cuando no había nadie (que era el caso de ese día), fumaban unos cuantos cigarrillos. El día comenzó a despejarse, y un abrasador sol de medio día asomó su cara cuando la última colilla de cigarro cayó sobre la fuente del parque. La conversación de ese día había sido como la de cualquier otro, sin embargo, en el rostro de todos se reflejaba tensión.

Se fueron a almorzar en la rústica soda de la esquina, donde los conocían como los chicos. En el barrio los apreciaban mucho, y nadie sospechaba lo que pasaría. El joven solo lo comentaba con sus amigos, y una que otra vez perdida se lo mencionaba a su madre. Tomaron el almuerzo con rapidez y salieron a sus casas para pasar el resto de la tarde con su familia, hasta la noche, cuando volvía a reunirse para ir al cine, al boliche o a cualquier otro lugar.

En su hogar siempre ayudaba a su madre con los quehaceres, a pesar de ser una pequeña casa de madera, tomaba mucho trabajo limpiarla. Lograron terminar a las cuatro y media, así que prepararon la cena juntos. Ya a las seis de la noche, se despidió de su madre, ignorando que sería la última vez que la vería.

Llegó con sus amigos, pero esta vez no fueron a ningún lado. Solo se dieron un fuerte abrazo. Volvió a su casa, su madre había salido a trabajar, así que tomó un poco del pastel que habían preparado para cenar, alistó sus maletas, dejó una nota que decía: “Hoy es el día. Hasta Luego.” Y partió, llevándose el viejo florero de su cuarto.

Nunca más se supo de él, hasta muchos años después, cuando volvió a pasar sus último días en el barrio que lo vio nacer, sin embargo, durante el tiempo que estuvo ausente, su madre recibió un cheque todos los meses hasta el fin de sus días, y la tumba de su padre recibió todos los meses un hermoso arreglo floral cada vez más bello.


David Ching
Agosto, 2005

(este fue mi primer cuento formal)