De las prácticas cotidianas esta es quizás la más peligrosa. Algunos suicidas la ensayan desnudos o durante muchos minutos, pero esas proezas son realizadas por profesionales así que por favor no lo intenten en casa.
Es cuestión de tomar unos segundos y verse a los ojos, penetrar en esas profundidades y hasta que el cuerpo aguante que para eso lo hicieron. A veces duele como los diantres porque sabemos que del otro lado hay un monstruo que ni el mismísimo diablo se atrevería pero si tiene que hacerse, se hace. Es cómo tener la bomba nuclear pero salir a tirar la casa por la ventana en obras caritativas.
A veces del otro lado hay un bebe inofensivo llorando en los brazos de su madre y que da más lástima que cualquier otra cosa. Sin poder valerse de nada ni defenderse, ni siquiera levantar el brazo o la voz porque no sale y suena peor que un fonógrafo herrumbrado y descompuesto.
Lo peor de todo es no saber con que nos encontraremos, porque al azar le gusta apostar pesado cuando de juega bonito y al final no sabes lo que te espera del otro lado del espejo. Por eso es tan peligroso.
David Ching
2009
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