Monday, December 13, 2010

A veces

El eco de los disparos

El vacío de los suspiros

Las falsedadesd e los humanos

Y el tiempo mal medido


A veces los errores se pagan con interés

Con culpa mordiéndose el labio

Bajando la cabeza que en su pobre estrechez

No quiere entender ni abandonar el pasado


A veces entonces queremos ser perfectos

Y triturar, sonreír y dormir tranquilos

Darle al que pide en la calle cien pesos

Y en las tardes y noches reuniones de amigos.


Y toca entonces ver las flaquezas

Y entender que las buenas intenciones no son suficientes

Aceptar que al final ya no existen promesas

Y dejar verse claro, esperando que sea a veces… solo a veces



David Ching

2010

Thursday, October 7, 2010

Bajar la Colina en Bicicleta

No fueron mentiras cuando las dije pero ¿qué diferencia hace? Lo peor ha pasado y nunca quise herir a nadie, lo hecho hecho está y las cosas no salen como uno quiere. No me interurumpás por favor, esta vez no, vos sabés lo que me cuesta. Solo quiero dejar las cosas claras. Antes que nada, no eres la santa de esta historia ni yo el demonio, creo que ya lo sabías pero igual te lo digo. Siempre tuve las mejores intenciones.

A veces me gusta imaginar que nunca reté a Carlos a la mejenga de tragos y que no me tiré por la colina en bicicleta. ¿Cómo hubiera sido todo? Aunque siendo honesto lo volvería a hacer, es algo de luchar en nuestras trincheras porque a veces nos toca hacerlo, aún sabiendo que no podemos ganar y que a mí siempre me toca pagar los platos rotos.

Si tengo que definir un punto de partida sería el bar de mala muerte de la esquina porque Carlos me invitaba a cervezas de bar tender noctámbulo. De ahí recuerdo el olor a cigarrillo que fumabas la noche que nos reencontramos después de tantos años. Siempre fumaste los mismos y yo te los quitaba y te decía que dejaras esa vida. Nunca me hiciste caso, creo que todavía no lo haces.

Carlos no era malo, aunque me digás que es un saco de vicios y que no lo querés volver a ver en lo que te queda de vida (que parece que así será) yo todavía lo defiendo, después de todo por él te reencontré y no te imaginás cuanto ocupaba de vuelta a mi hermanita porque nunca te lo confesé pero caíste como anillo al dedo.

Solo tenía las noches los fines de semana cuando podía olvidar que estaba hasta el cuello y que ya no quería seguir. Y ni siquiera eran todos, en realidad muy pocos ratos libres me quedaban, pero cuando volviste fue como un balde de agua fría. Empezaba a tener sentido el grafiti de la parada y las cervezas sabían mejor.

Me vi en el espejo del bar, no te imaginás lo que costó reconocerme. Detrás no estaba el que te aconsejaba todas las noches mientras mama y papa dormían. Tu cigarro no se quería apagar y las mentiras no se soltaban tan fácil porque yo quería volver a ese espejo. El grafiti era solo un corazón mal pintado con una carita feliz a la par, pero habías dicho que era lindo y reímos montones. Carlos también te invitaba a vos a tragos delicados que solo ustedes conocían, bien que coqueteabas cuando estabas aburrida para sacarme canas verdes.

‘‘¿El lo hizo? ¿En serio? ¡No puede ser!’’, era el revoltoso del grupo y desde entonces quedó cómo el grafiti de Miguel. Esa noche me invitaste a cerveza.

Todo estaba saliendo de maravilla, como siempre pasaba con vos y dejaba de lado el agua hasta el cuello no podía quejarme. Estaba feliz en mi burbujita. ‘‘Y Miguel contáme ¿Por qué hiciste el grafiti?, ese que tanto le gusta a Magda. ’’ ‘‘Dejá de joder Quique, te he dicho mil veces que esos son cuentos de Carlos’’. ‘‘Bueno, pero solo si pagás esta ronda te dejo de molestar’’ Y nada de tener que sacar los ochenta proyectos. En la noche me quedaría hablando con vos.

Fue una llamada de Carlos que quien sabe cómo carajos fue a dar con vos, pero llegó todo alegre una mañana ‘‘¡Magda terminó!’’ ‘‘Si Carlos, yo sé, ¿por qué crees que me doy mis lujitos en tu bar ahora? ‘‘No, carambas, que viene de vuelta’’. Era algo grande porque vino a mi casa y esa noche comí, arroz con pejibaye.

‘‘Acordáte del grafiti de Miguel’’ De camino en el carro, vos ya sabías que te esperaba la vieja receta de la abuela, esa vez cargué el arroz con el doble de salsa de pejibaye, como a vos te gusta. Y no me podés negar que cuando estuviste acá no te chinee, porque cual capricho tuvieras dejaba el trabajo para irte a consentir. Y ahí fue cuando dejé de lado todo, al fin y al cabo vos ya estabas trabajando y no ocupabas que mis ojeras fueran tuyas.

Aquella vez del espejo me notaste algo raro, yo sé, porque no fue como las demás salidas. Creo que vos tampoco me reconociste y se te notó, aunque ya empezabas en tus andadurías con Miguel y estabas en otras, pero me hiciste una mirada extraña, no podés decir que no y es que hace tanto no miraba mi reflejo. Pero ya no importaba, al fin y al cabo ¿para qué ser el tercer asistente de oficina de algún soplas que nada que ver? Ya no me ocupabas y creo que en el fondo siempre lo supe. Así que me fui a traguear con Carlos, el me conocía hasta los huesos.

Entonces fue cuando te dije (y no fue solo la cerveza) que te quería con el alma, que nunca dejarás de ser mi hermanita porque desde que papa y mamá se fueron no había nadie más. Y reafirmé aquella promesa que te hice tantos años atrás (cuando le tenías miedo al coco) y lo dije en serio, no fueron mentiras cuando las dije, yo nunca te iba a abandonar y siempre iba a estar ahí para vos.

La semana siguiente llegó otra vez Carlos, vos estabas recogiendo flores del jardín para decorar tu nueva oficina y yo terminando unas tablas que me tenían harto, pero o salían antes del jueves o salían antes del jueves, y Carlos entró con toda propiedad para anunciar que haría una fiesta en el bar la próxima semana. Nunca entendiste que esto iba a ser grande pero yo si porque Carlos solo deja el bar cuando algo amerita arroz con pejibaye o algún otro de los inventos que hicimos cuando jugábamos de chefs. Además Carlos sabía que yo ocupaba caer en cuenta otra vez y volver a antes de que te fueras, hasta vos notaste que no era el mismo.

Carlos también quería que te vieras con Miguel (el todavía te aprecia) pero estaba pensando en mí y por eso yo sabía que iba a haber mejenga de tragos. Y en efecto nos recibió con uno fuerte, a vos te pego pero yo estaba preparado y saque pecho. De una vez a bailar y cuando te cansaste creo que bailé al menos con seis chavalas (incluso una con la que había desahogado soledades) pero eso no acaba ahí porque aún falta el billar y los dardos. Después fue que reté a la mejenga (cuando soltaste a Miguel) porque era tradición. Y tres vasos, tres sillas y dos botellas para darle como se debe.

Justo después de la fiesta fue que decidimos bajar la colina para recordar viejos tiempos. Las bicicletas estaban oxidadas pero había que hacerlo. Por eso te digo que aunque creas que la idea fue de Carlos, en realidad todos la pensamos. Teníamos que recordar esas rebuscadas memorias de bares olvidados sin bar tender fijo. Antes de que le vendiera mi alma al diablo seducido por los trajes enteros y las salas de café. El doble del estrés y la mitad de la paga, no tenía de otra. Ocupaba recordar.
Carlos nada más se puso a recibir la bala. Se levantó pampante, seguro de que los tres nos mandábamos. Te apuesto lo que sea que se moría del miedo porque sabía lo que venía pero yo tenía que hacerlo y Carlos era un excelente actor. Entonces ‘‘por los viejos tiempos, antes de que Quique tuviera que agarrar el trabajo ese’’.

¿Qué otra tenía? Porque de los dos vos eras la que tenía que salir adelante. Decime por favor que me entendés. Si sos asistente tercero dejándolo todo porque no das la talla y aunque te fascine y estés gozando montones te tenés que ir ¿Cómo no querer devolver el reloj? Y no es un reclamo, pero vos estabas ahí y tenías que ser profesional, te tocaba, a mi no, era la única opción y entonces te fuiste y no me quedó de otra. Por esto tenía que bajar la colina en bicicleta…

Yo no sabía que jugaba con fuego y el recuerdo fue más de lo que pensé. El viento en la cara y los pedales libres, las risas de jugar bola, salir corriendo de las aulas a los bares y nos teníamos que quitar el uniforme si íbamos donde el negro (nada de tragos a chiquillos). Bajar la colina en bicicleta era más que solo eso, era abrir una caja de pandora y desatar unos perros que no sabíamos si eran mansos y al final no lo fueron y se vino un torbellino entre informes y memorias desenterradas con tu cara en el ojo del huracán porque yo sabía que lo hice por vos pero no pude más. El viento, el trabajo, dejarlo todo, la mejenga de tragos, el agua hasta el cuello, no había tiempo, el grafiti de Miguel, los bares y vos volviste… era demasiado.

Entonces me encerré la mañana siguiente. Vos creías que yo terminaba los informes y yo también lo creía, pero en realidad me metí en vericuetos de los que no podía salir y en algún momento de toda esa semana que estuve encerrado me perdí. Y no se supone que yo me tenía que morir, y por eso si te pido perdón. Te repito, no fueron mentiras cuando las dije, nunca creí tener que pedirte perdón por romper esa promesa. ¿Cómo iba a saber que esto iba a pasar? Y si sirve de algo… aún estoy acá para vos en lo que pueda. Sé que no es lo mismo pero déjame lavarme la conciencia y sentir que nunca te voy a abandonar. Yo sé que me pasee en la fiesta, y por eso te pido perdón.

¿Y ahora?... no sé, supongo que te quedarás siguiendo tu vida. De los dos vos eras la que tenía que salir adelante, yo hice todo lo que pude, pero de verdad fue demasiado. Y creo que ya dije lo que tenía que decir y te deseo suerte, ahora no puedo acompañarte. Sé que querías que fuera el padrino de tu hijo, ya me imagino cómo me lo ibas a decir, toda preocupada, y me duele como los diantres que no te pudieras desahogar conmigo, pero tranquila, Miguel es un buen muchacho que aunque no lo sabe, (quiero que lo sepas) cuando hablamos aquella noche, me comentó que había encontrado un hermoso par de anillos.


David Ching
2010

Thursday, August 5, 2010

Venderle el alma al diablo

Echar panza como los señores que solo toman cerveza
Preocuparse por el almuerzo y las cuentas mal pagadas
Dejar de correr sonriendo bajo los aguaceros tropicales de noches alunadas y vacías
Estirar las horas del acontecer de los países perdidos en los mares de corbatas y trajes enteros
Desvelarse pensando en el recibo de la electricidad, teléfono y agua
No volver a jugar escondido
No apostar el todo o nada
Tirar la toalla
Emborracharse para desempolvar las memorias de los rincones con telarañas
Emborracharse para engrandecer el ego y sacar un pecho falso y lastimado
Dejar de tomar vino
Dejar que las páginas se pongan amarillas sin que una gota de tinta las toque
Mentir sonriendo los engaños ponzoñosos que dejan heridas abiertas
Desvelar las horas entre deberes insípidos que no dejan levantar la cara para saludar el día
Exhibirse con oropeles comprados en Fifth Avenue a precios de corazones rotos y sueños falsos
Empolvar el piano y los lapiceros viejos y finos regalados con el alma
Quitarle la sonrisa a los niños que están a punto de contar un chiste o una historia
Dejar de creer
Dejar de sonreír
Dejar de recordar
No volver a enamorarse
Olvidar la beleleza de la ciencia y el subilme sentimiento tras las artes
Abstenerse de las obras de teatro y las novelas de lágrimas bien lloradas
No atreverse a llorar
No atreverse a hacer el bien
Olvidar a los amigos
Meterse a jugar cobarde en las apuestas del azar y la decisión
Agachar la mirada y la cabeza frente a las tormentas de arena del desierto de Nevada o de los huracanes del golfo de México
Tenerle miedo a la verdad
Tenerle miedo a las paabras
Tenerle miedo a al vida
En fin… venderle el alma al diablo

Wednesday, June 2, 2010

Los minutos de silencio

Basarse en predicar muertes anunciadas

de unos cuantos motivos olvidados

o de palabras vedadas,

vacías,

que ya no dan eco,

es como anunciar el luto,

Falaz y encerrado,

cuando los recuerdos deberían

Dormir y darse asueto.


Por eso no hay que escuchar los susurros

de los fantasmas y ángeles guardianes,

que por bien o por mal,

habitan solo en el futuro

respetando los silencios rebuscados

que se piden frente al mar,

frente a ataúdes que empañan el pasado.


Me gustan los minutos de silencio

cuando las memorias son memorias

y ya se velaron todos los muertos.


Me gustan los minutos de silencio

si las lágrimas por llorar ya se lloraron

y solo quedan sonrisas de aquel tiempo.


Ahora queda la frente alta

los ojos iluminados,

el sabor a champaña,

buen gusto, buenos pasos,

que se han dado y se darán

y sonrisas de ilusionados

que cuando se levantan a brindar,

gritan ‘‘¡Salud! ¡mis hermanos!’’.



David Ching


2010

Sunday, April 25, 2010

Sobre el hábito de mirarse al espejo

De las prácticas cotidianas esta es quizás la más peligrosa. Algunos suicidas la ensayan desnudos o durante muchos minutos, pero esas proezas son realizadas por profesionales así que por favor no lo intenten en casa.

Es cuestión de tomar unos segundos y verse a los ojos, penetrar en esas profundidades y hasta que el cuerpo aguante que para eso lo hicieron. A veces duele como los diantres porque sabemos que del otro lado hay un monstruo que ni el mismísimo diablo se atrevería pero si tiene que hacerse, se hace. Es cómo tener la bomba nuclear pero salir a tirar la casa por la ventana en obras caritativas.

A veces del otro lado hay un bebe inofensivo llorando en los brazos de su madre y que da más lástima que cualquier otra cosa. Sin poder valerse de nada ni defenderse, ni siquiera levantar el brazo o la voz porque no sale y suena peor que un fonógrafo herrumbrado y descompuesto.

Lo peor de todo es no saber con que nos encontraremos, porque al azar le gusta apostar pesado cuando de juega bonito y al final no sabes lo que te espera del otro lado del espejo. Por eso es tan peligroso.

David Ching
2009

Friday, April 16, 2010

Volver a Caer

Volver a caer sirve para poder levantarse,
mirar los ojos de la ventana infinita,
reírse en la cara de los cobardes.

Volver a caer es dejar que las verdades reposen
tirarse a nadar desnudo al agua fría
seguir barajando sin que las cartas se doblen.

Después de todo de eso se trataba
de poder jugar en la lluvia sonriendo
y regalarle flores a las gotas de rocío

Pagar sin chistar dos veces la entrada
y volver a entrar al círculo de fuego
aunque sea solo para refugiarse del frío.

Volver a caer es volver a jugar
volver a soñar despierto de asombro
tirar una piedra mirando al mar
sin temor de jugarse el todo por el todo

Volver a caer es salirse de las casillas para bailar en los tejados

David Ching
2010

Friday, April 9, 2010

Manuales de Vida: Lección 2, Sobre el poder de la fe

‘‘Habrá que creer, habrá que creer
En Cristo, en la Paz, o en Fidel.
Habrá que creer, habrá que creer
En algo o en alguien tal vez’’ Alejandro Filio


Es necesario entender que durante el día se libran varias batallas y algunas es mejor dejarlas caer. Basta con que los primeros rayos del día se esmeren en buscar atravesar nuestros parpados para comprender que (aunque algunos se retuerzan en su tumba) la fe juega un papel fundamental en el quehacer diario.

Se aclara que no se trata de la fe religiosa y/o barata que se nos vende a cien pesos en la esquina o a la salida del tren. Hablamos de algo más profundo, cómo los gritos de los estadios o el miedo a los cementerios. Es entonces cuando libramos la batalla de no querer prender la luz ni lavarse la cara. Aún no hay fe y el polvo todavía está en las esquinas pero ya empieza a figurar la luz y los aromas mañaneros.

Algo dentro del cráneo quiere subir a jugar póker con el día. En este punto todavía no creemos poder ganar una mano y el descanso es un suave confort, cuesta dejarlo, pero siempre lo hacemos.

Viene la artillería pesada y la fe saca garras para atravesar nuestros párpados a como dé lugar y darnos a entender que vale la pena abrir los ojos porque el día aguarda. Nos sobornan con promesas de la final de futbol, el café mañanero, los traguitos con los amigos, verla a ella o a él, el jardín soleado o hasta el examen para el que llevamos meses preparándonos.

En fin… cualquier batalla que requiera un poco de fe (no las que se deban dejar caer). Algunas de las inagotables luchas del día a día que nos obligan a escribir los manuales de vida.

La guerra se torna sangrienta y a veces dura más de lo necesario pero una ley de los manuales de vida es que si la fe se pierde (o en este caso, la fe pierde) es mejor tirarse de un guindo.

Finalmente se nos obliga a levantarnos de madrugada (pueden ser las cuatro de la tarde, que siempre es madrugada) y saludar al día con una sonrisa que no se puede quitar.


David Ching
2010

Sunday, March 14, 2010

No quiero dormir

-¿Todavía estás aquí? No quiero que me veas, estoy muy fachosa
-Estos no son tiempos de ser modestas, estás más bella que nunca, además ¿en qué fachas no te he visto?
-Si, pero sé que estás cansada y te querés dormir.
-Yo no me voy antes que vos
-Esto es como cuando éramos niñas ¿te acordás? Las pijamadas que hacíamos y la que se dormía de primero perdía
- ¡Buenos tiempos!
-Más de uno he pasado con vos
-En serio… vete a dormir, sé que estás cansada y llevás varios días sin dormir, no tenés porqué hacer esto, ya me dijiste adiós y ahorita me voy.
-Dejá de ser tan necia, acabo de tomarme un café y yo no me voy antes que vos.
-Desde que teníamos cinco Carolina, y en la adolescencia…
-Hasta nos enamoramos del mismo chico, y las carreras después. Si Betty yo sé que eran buenos años, te da por repetirlo cada tanto.
-Carolina
-¿Si Betty?
-Estoy cansada
-yo se
-muy cansada
-Esto cansa a cualquiera, si querés dormir decime, y si ocupás llamo a alguien.
-Ya te dije que no me duermo antes que vos. Si llamás a alguien que sea azul, no confío en los verdes.
-Está bien
-¿Sabes porqué no confío en los verdes?
-¿Porqué Betty?
-Porque cuando jugábamos Volley, el equipo verde siempre nos ganaba
-Si es cierto
-Hablas poco, estás cansada.
-No me voy a dormir.
-¿La primera en dormirse pierde?
-Tú y yo sabemos que no aguantarás la noche
-Caro, es la última noche, hagámoslo, solo para gozar,
-Bueno, de por si ya sabés que siempre te gané.
-No seas tan mentirosa y recordá bien, por cierto ¿Cuánto es que llevo aquí?
-Poco más de medio año ya
-¿Tanto tiempo?
-Si
-Qué rápido, y cóntame ¿a quién has vuelto a ver?
-A las chicas, y a Carlos ¡Vieras que guapo está! Pero no tanto como cuando estaba con vos
-¿Vos todavía estás con Daniel?
-Si, acaba de pasar, ya a veces se te olvidan las cosas, ¿toda una vida con él verdad?
-Bastante, pero se nota que todavía te tiene sin dormir
-Ya te dije que no me vas a ganar
-yo ya te veo cabeciando
-y vos parpadeas lento
-Es por todo esto, pero yo sigo como nueva
-¿Ahora esto también te dio de repente?
- Jaja, ¿Sabés qué? A pesar de todo, no me arrepiento de nada, estoy feliz de que estés aquí.
-Yo estoy feliz de estar aquí
-ahhhwww… ya estoy bostezando
- yo no quiero dormir
- Yo tampoco

Se quedaron viendo un rato sin hablar, empezaron a cabecear y entraron los doctores para ver que no hubiera pasado nada fuera de lo previsto. Ambas cerraron los ojos conscientes de que no se volverían a ver.

David Ching
2010

Saturday, February 20, 2010

Noventa minutos del deporte más hermoso del mundo

Y arranca, noventa minutos del deporte más hermoso del mundo, en este inesperado encuentro entre Carlos e Irene. Carlos empieza moviendo las primeras palabras, se balancea, quiebra la voz. Sigue inseguro, Irene le arrebata el dialogo y se acerca peligrosamente. Va Irene, Irene, sigue, avanza peligrosamente pero la defensa se barre contra la banda y remata cerca de la meta final para mandarla al saque de banda.

‘‘Vemos en estos primeros minutos a un Carlos muy tímido, se le quiebra la voz, actúa con miedo, cómete errores’’

Y sigue el juego con Carlos que se aproxima peligrosamente a Irene, su aliento la seduce y avanza con firmeza. Se lleva uno, dos, tres defensas y sigue, Carlos continúa manejando le Dialogo, sigue Carlos, Carlos y se acerca besando a Irene para mandarla por la diagonal al saque de esquina.

Se van cumpliendo ya veinte minutos desde que Carlos e Irene se quedaron solos en la casa tras la reunión. Carlos sigue, intenta unos roces de cuerpo pero Irene rechaza. Carlos intenta acercarse de nuevo con algunos diálogos y la defensa que lo detiene.

‘‘Ahora sí, ahora si vemos a un Carlos más agresivo, uno que parece comprender la oportunidad que tiene y quiere aprovecharla’’.

Ahora Carlos se acerca decididamente tomando del brazo a Irene, dribla, se hace el ‘‘autopase’’, le sale un ‘‘te amo’’, lleva su mano al busto de Irene, vence a los defensas, va solo, solo y el guardameta que rechaza. Irene empuja a Carlos contra el sillón y se va de contragolpe. Se tira sobre Carlos y empieza a besarlo, se acerva, sola, va sola, sola, baja el zipper y… ¡GOOOOOOOOOOOOOOOOOL! ¡DE IRENEEEEE! Lindísima jugada por parte de Irene, y ahora que están en lo más y mejor.

‘‘No me esperaba esta movida, pero qué magnífica jugada. Muy bien, una Irene que se muestra tímida, juega a la defensiva, tiene solo un poco de ataque los primeros minutos. Ahora se viene de contragolpe y devuelve con el ‘‘yo también te amo’’. Se mueve a jugar en cima de un Carlos que descuida las defensas y deja libre el paso para el gol. Sin palabras.

Así es cuando el réferi central señaliza el final de esta primera parte y con dos orgasmos se van los equipos a sus camerinos. Irene uno, Carlos cero.
‘‘Bueno pocas faltas, un partido bonito con jugadas de ambos lados, arbitraje sin problemas. Vemos un Carlo que presiona, abre oportunidades y fuerza el error, pero Irene sabe defenderse y aprovecha el contra golpe. Muy buen partido, esperemos un poco más de desenvoltura en esta segunda parte que ya viene. ’’

Y vamos a la segunda parte del juego cuando Irene mueve las palabras en la cama. Vemos algunas variantes en el terreno de juego. Los dos están desnudos e Irene se aproxima, peligro, pero Carlos está leyendo y rechaza. Irene sigue insistiendo, arma bien la jugada, se acerca y tira el libro para mandarla a saque de puerta por el disgusto de Carlos.

El arquero arremete con fuerza y la buscan en el medio campo. Los dos equipos se movilizan, crece la hostilidad, el control lo tiene Irene, pero se le barren por detrás para la primera tarjeta amarilla del juego. Irene está resentida y Carlos se disculpa, vamos al tiro libre. Irene va, se acerca, tapa sus bustos cruzando los brazos, sigue, sonríe un poco, viene el tiro libra y opta por un abrazo, lo besa y… ¡palo! Cerca del gol con la jugada pero no lo suficiente para anotar un segundo tanto.

‘‘Es la primera jugada agresiva de este segundo tiempo, donde Carlos juega a la defensiva y vemos a una Irene que ataca y busca un segundo tanto, intenta forzar el error y es aquí donde se dan este tipo de situaciones.’’

El rechazo lo tiene Carlos, toma por la cintura a Irene y la besa por el cuello, sigue avanzando. Peligro en el área de Irene. Carlos sigue avanzando, pone sus manos sobre los muslos de Irene, hace el pase de la muerte, remata y…. ¡portero! Irene se da vuelta y en una magnífica jugada salva el gol.

Vuelve la palabra al campo de Juego por la banda. Irene le hace cosquillas a Carlos, avanza, nadie la detiene, empieza a besar a Carlos en el cuello. Le abraza el pecho, va entrando al área, sigue tira y… bien la defensa de Carlos empujando a Irene suavemente para acostarse.

Carlos avanza contra reloj, va por el empato con todo... Empieza a besar a Irene en el cuello y baja hacia los senos, dribla, se quita a uno, le pasa, sigue avanzando... Las manos se acercan a la entrepierna de Irene. Va Carlos corriendo por la banda, la centra y empieza a sonar la guitarra. La baja con el pecho, chilena…. ¡GOOOOOOOOOOOOOOOOOL! ¡Qué golazo! Cuando el central pita. Pito, pito, pito, pito. Y se acaba e partido con este golazo. Carlos e Irene comparten camisas y sudor. ¡Qué gran partido!

‘‘Así es, vamos con un hermoso empate uno a uno, con dos golazos, un partido para recordar sin lugar a dudas’’.

Y aquí se acaba el amistoso. Mañana veremos a Irene y a Carlos como do más que no compartieron la noche y esperemos volver a ver un encuentro entre estos dos porque de verdad ¡Qué gran partido! Nos despedimos de ustedes, gracias por acompañarnos y los esperamos para la próxima. Buenas noches y Ciao.

David Ching
2009

Thursday, January 14, 2010

Para no estar cuerdo

Un par de almas perdidas,
un piano empolvado,
las costillas de maria,
los ojos de los acetatos,
las chimenes frías,
los colchones sudados,
no saber lo que tenías
en los trenes a ningún lado.

Los callejones sin tiempo,
las botellas de agua oxidadas,
los elefantes del recuerdo
sin controles anti-plagas,
las mentiras sin remedio
atadas a la cama,
saber que no te quiero
o si te quiero y no se nada.

El desencanto del futuro mejor
que te quite el valor del presente
o la esperanza de uno peor
que no permita que te alejes.

Los sueños remotos
que no te dejan dormir.
La paranoía de los pocos
sustitutos del añil
Y en vez de ''adios'', ''hasta pronto''
porque no queremos desistir.


David Ching
2010