Wednesday, May 22, 2019

La Tiranía de la Distancia


El tiempo pasa midiendo los kilómetros en que no nos vemos,
las horas de distancia y diferencia que financian nuestra rutina,
u los recuerdos demasiado cercanos para no ser reales.

Contamos los segundos para poder mirarnos sin mirarnos,
fingiendo entre sonrisas que no nos echamos de menos
mientras tachamos días y meses en el calendario

Pero seguimos despertando bajo los mismos cielos grises,
esclavizados por la esperanza del volver
y obsesionados por hacer pequeños los océanos,

y seguimos contando los granitos de arena,
que fatigan cada uno de nuestros respiros
y nos venden ilusiones de cercanía...
De que el tiempo es corto y pronta la espera.

Sé que te amo por como extraño la caricia matutina de tu sonrisa,
por como nos miramos cuando sabemos que no estamos ahí
y por como intentamos mantenernos solemnes ante esta tiranía,
que con todo su peso de distancia,
no ha terminado de desgranar la decisión y el aplomo
para adelantar los relojes y marcar las fechas
en que finalmente podremos respirar.

Sunday, May 5, 2019

Mamá no está bien.


Me gustaría estar escribiendo para decirte que todo está bien. Las cosas tampoco están mal, tan sólo están. Me levanto cada día y a veces llego a la noche con un poco más de ánimos que antes y eso es bueno, supongo.

Sí ha habido algunos cambios. Desde que volví mis sueños se han vuelto más fuertes, más reales por decirlo así. Me despierto y tardo algunos segundos en comprender que estoy en la realidad y que nada de lo que juraba estar viviendo era verdadero.  También son más placenteros, a veces lloro cuando caigo en mis sentidos y cierro los ojos intentando forzarme a dormir y volver. Supongo que entre más lejano me siento más añoro algunas cosas de los viejos tiempos y es duro darse cuenta de que no volverán.

En fin, te escribo porque Javier pasó la semana pasada y me dijo que preguntaste por mí. Supongo que debí empezar esta carta diciendo eso. Quería decirte que sigo en el mismo lugar y que podés escribirme. Hasta podés darte una vuelta, tampoco queda tan lejos y estoy seguro que podríamos acomodarte si quisieras pasar un par de días. El lugar puede ser agradable, principalmente cuando se está poniendo el sol. Yo sé que te gustan los atardeceres y a veces me pregunto si es por eso que elegí este lugar.

Aunque todo eso probablemente Javier ya te lo contó y supongo que también supiste lo de Marlen. Es cierto, lo esperábamos, pero igual pega. La última vez que te vi estábamos en la puerta de la casa y comentamos lo demacrada que se veía. Bien sabíamos que ninguno de nosotros quería correr la responsabilidad de cuidarla. Ella está bien, dentro de lo que cabe. Come bien y la sacan a pasear, incluso a veces me reconoce. Sé que las enfermeras siempre le dicen que “Ahí viene Mauro” para que recuerde mi nombre, pero puedo distinguir el brillo en sus ojos cuando me recuerda y cuando no. Vos también deberías de visitarla.

Recuerdo perfectamente la tarde en que lo notaste. Terminamos de tomar café y cuando ella se retiró a su cuarto me dijiste: “Mamá no está bien”. Con esas cuatro palabras me confirmaste todo lo que creí que sólo yo creía y, sin saberlo, marcaste un punto en el que, viendo en retrospectiva, todo empezó a cambiar.

Fue ahí cuando empecé a recordar mis sueños, a veces hasta días después de haberlos tenido. Eso nunca me había pasado. En ese entonces Sara no me había dejado, y al notar que ahora me despertaba de maneras abruptas, a veces gritando de terror, comprendió que algo sucedia. A punta de conversaciones mantuvimos una especie de “diario de sueños informal” y descubrimos que las pesadillas eran recurrentes y tenían temas comunes. A veces caía en especies de telarañas y entre más trataba librarme más me enredaba en ellas. Otras veces recorría un laberinto oscuro y cuando volvía para recordar el camino era totalmente diferente.

Sara decía que era el miedo de ir cayendo como Mauren, de ir perdiendo los pensamientos. Ella siempre tenía una respuesta y a veces eso me tranquilizaba, a veces lo extraño. Javier, en cambio, creyó que se trataba de viejos traumas, inminentes retornos a los tiempos en que Mauren reinaba con su completa autoridad en la casa y me gritaba por horas si me atrevía a llamarla por su nombre.
Creo que al final se resignó porque todos nos fuimos. Aún recuerdo ver a Javier levantarse con su impecable uniforme y de manera definitiva asegurar que no volvería a poner un pie en la casa. Él siempre tuvo el don de dejar su marca definitiva aún sin alzar la voz y siempre fue el más valiente de nosotros cuando teníamos que discutir las cosas en la mesa. A vos te tomó mas tiempo y tal vez por eso lo tengo aún más pasmado en mi memoria. No se si lo supiste, pero la primera en encontrar la nota fue Sara, la puso sobre el escritorio de Mauren tal como la habías dejado.

Nadie tuvo que enseñármela, con sólo ver la forma de andar que tenías cuando saliste supe que era una de las últimas veces que nos veríamos. No te quiero reclamar, pero aún hoy, me pregunto porque no me lo dijiste, no es como que era un secreto o como que yo le iba a decir a Mauren que sus otros dos hijos se habían hartado de todo y el único que seguía, lo hacía porque alguien tenía que quedarse. Igual encontré excusas para irme al final. Ninguno quería estar ahí, todos lo pensábamos, pero nadie estaba dispuesto a decírselo, hablar las cosas siempre fue complicado y las viejas mañas cuesta quitarlas.

Quizás por eso Sara se hartó. Ahora que lo pienso no te lo había contado, pero bueno, ya sabés. Aún hablamos, fue una separación cordial en la que yo tampoco veía mucho como seguir. Ahora vive con un tipo que trabaja de ingeniero, creo, es buena gente. Todavía la llamo algunas de las pocas veces que me despierto sudando frío con alguna pesadilla, que a ser justos es cada vez menos y casi siempre termino marcando a Javier.

Tal vez todo esto es porque Mauren ya no vive acá. Sí, me duele verla en el asilo, pero de todas las personas a vos es a quien menos tengo que ocultarle el alivio de no tener que pensar diez excusas por todo lo que hago o constantemente medir cada palabra para evitar berrinches innecesarios o alusiones a un padre que nunca estuvo. Ahora puedo dedicarme a lo mío y casi nunca tengo pesadillas. Si vienes a la casa, notarás un aire de libertad que nunca se sintió antes.

Tu cuarto sigue igual, eso sí. También el de Javier.  Esta vida de escribir por encargo cada cierto tiempo no permite planear grandes remodelaciones y tampoco creo que las haría. Me gusta dejar los cuartos como estaban, me traen algunos buenos recuerdos, y tal vez tengo la ilusión de que también a ustedes, de que quizás, Javier y vos se sientan un poco mejor si vuelven acá, y podamos recordar nuestra buena niñez pese a todo.

En el fondo sé que probablemente no vendrás. Leerás esta carta con el corazón en tu mano, pero será el fin de la historia y pasarás la página para seguir con tu vida. Tampoco te culpo, al final no dejo de ser un doloroso recuerdo de cuando los tiempos eran más duros y de todas las formas en que pudimos ser diferentes. Si te digo si algún día se te viene en gana, aunque sea sólo una tarde, no dudaré en gastar los pocos céntimos con que llegó a fin de mes en invitarte a Javier y a vos y a un café. Al fin y al cabo, después de tantos años por fin te atreviste a preguntar por mí, Javier nos visita a los dos cada cuánto. Quizás aún quede algo de hermandad entre nosotros.