Thursday, December 12, 2013

Lo más triste

Lo más triste no fue separar las camas ni hacer el papeleo. Tampoco las horas de esperar en una seca banca de concreto de la Plaza De La Democracia a alguien que nunca llegó, para después volver a la casa con rencor en los ojos.

Llorar más noches de las que pueda contar marca pesar en los pasos, pero al fin y al cabo, es algo pasajero. Como las canciones de Radio Dos cuando uno maneja por el centro de Chepe. Es peor dejar que el polvo carcoma los juguetes de infancia, dejar de lado las plumas o dejar que las uñas crezcan sin tocar la madera del piano. Esa tristeza pura y abandonada que se olvida del dolor y la rabia. Como cuando dejamos zarpar un barco lleno de causas perdidas y nos quedamos solos en el muelle y ni siquiera dan ganas de maldecir o de adornar las tablas con escupitajos de resignación.

Por eso, después de la tormenta de culpas compartidas y malos agradecimientos, cuando por fin se cortaron los cables a tierra, no fue tan duro sentir el portazo con que cerraste los capítulos. Y nunca entendí por qué quisiste hacerlo de una forma tan seca y absoluta, pero ese por qué ya no me importa, y eso es lo más triste. Que después de todas las risas de felicidad que no pudimos contener, y después de haberse mordido con rencor y lágrimas el puño y los nudos de la garganta, después de todo eso…. ya no me importa.

David Ching
2013

Tuesday, September 3, 2013

TSJ303

Ayer soñé que tomábamos un taxi juntos. Llovía y teníamos prisa. Los paraguas tapaban las caras pero íbamos a lugares cercanos. No nos reconocimos, habíamos borrado los nombres de nuestros teléfonos celulares –al menos vos del mio, yo lo hice hace un rato ya- tampoco tenías nada que me llamara la atención, pero tocaba  negociar las tarifas y me dí cuenta que eras vos. Te saludé.

Estabas mejor, más feliz si se pudiera decir, creo que eso me alegró un poco, no tanto como me hubiera alegrado antes. Creí que te iba a incomodar pero supiste manejarlo, eso o te merecés un Oscar.  Yo te comenté que ahora fumaba y que lamentaba el olor porque sabía que lo detestabas. Vos te limitaste a ofrecerme un chicle, con esos ademanes que hacés para nunca incomodar a nadie.

Compartimos un par de palabras, como lo hubiéramos hecho con cualquier conocido. Llegamos a mi destino, me despedí y pagué. Cerré la puerta del taxi con mucho cuidado y sonó la alarma del despertador. Creo que nunca antes te había dicho adiós.

David Ching
2013

Monday, September 2, 2013

Mandamientos para hacer un buen trago

Número uno.
No importa la cantidad de alcohol,
importa la cantidad de hielo

Numero dos.
El limón siempre es indispensable,
nunca es demasiado,
más si es limón mandarina.

Número tres.
El que realmente importa:
no es saber hacerlo,
es saber compartirlo


David CHing
2013

Sunday, August 18, 2013

Los 5 mandamientos para bailar salsa

Primer mandamiento:
''se siente, no se piensa.''
Se mueven los pies como si volaras sobre el chaparrón,
como si el metrónomo fuera tuyo,
como si las notas se improvisaran.

Segundo mandamiento:
''siempre sonreír.''
No importa si la letra destroza o el ritmo es lento
o si el alma se va con cada paso
o el labio tiembla de las ganas de gritar,
de llorar sin sentido el corroer del dolor.
Esto se trata de disfrutar
de olvidar, si es necesario de mentirse.
De carcajearse al final con los abrazos.

Tercer mandamiento:
''vaciar el pulmón.''
Ya sea en los jadeos y el sudor
o en los gritos y gemidos que arrebata el canto,
si el respiro llega suave al final
es porque no se gozó lo suficiente,
es porque el momento no te arrancó un pedazo de tiempo
ni viste en los ojos de la cara a la vida
riendo a todo volumen con complicidad malosa

Cuarto mandamiento:
''el error no existe.''
La vuelta mal hecha tiene siempre una salida
y el destiempo es una oportunidad de brillar,
de hacer con tu cuerpo lo que nadie nunca ha hecho
y dejar bocas abiertas
sorprendiéndote de lo que acabás de gozar.

Quinto mandamiento:
''todo se vale.''
desde gritar fuera de ritmo hasta desnudarse improvisando
porque lo que importa es lo que se siente
y lo que se hace con lo que se hizo
y  si la música se apaga y uno quiere seguir
nunca puede existir una razón para detenerse.



David Ching
2013

Sunday, June 30, 2013

Rostro

Tragar grueso
y que los suspiros se peleen con las palabras

Los ojos apagados retratan fracasos
culpas mal nombradas
que pesan en el reloj de bolsillo,
en el marco vacío de la pared,
en la cama individual del cuarto de al lado

El mentón también tiembla
se tropieza con los intentos de dejarse crecer la barba,
con los labios remojados en agua de sal,
con los cabellos erizados detrás de la nuca,
como un adolescente....
¡Como un niño!

Los pómulos inertes e ingratos
cómplices de toda la trama,
de las mentiras
que no fueron mentiras cuando se dijeron,
se quedan quietos.
Mirando las arrugas de una frente que perdió el sol.

Al final
los mismos ojos apagados bajan al pecho
tratando de calmar los nudos de la garganta
e incrustarse en lo más profundo y lo más hondo
para intentar dibujar una sonrisa.
Una sonrisa
que no pasa de la cara

David Ching
2013

Sunday, May 19, 2013

Bon Voyage



-Cuidate.
-Vos También

Un par de pañuelos rojos a la orilla del mar
pintados con las flores de los camposantos
se alargan,
Dicen adiós con media sonrisa de olvido,
De aprecios vacíos que prefieren perderse de vez en cuando
y nunca más volver.

Punto final.
Cuerdas que vibran tras una canción que duró demasiado.

Una historia de mentiras repetidas y labios mordidos,
de caminos que no se volverán a cruzar,
se hace a un lado para llorar en la orilla
Sin la amargura de los clavos herrumbrados en los huesos.

Es un adiós que se comparte.
Una despedida que se olvidó de las culpas,
del remordimiento y los punzantes cuchillos de las espinas.

Es un adiós alegre,
con aires de perdón y olvido
con las frentes en alto
de quienes se quieren sin querer volverse a ver
y gritan un ‘‘bon voyage’’
mientras se esfuman... 
y se van.

Saturday, April 27, 2013

Popó


No era tita, ni era nana,  ella era popó.

No hablaba español y yo no hablo cantonés, pero de alguna forma nos entendíamos (dicen que lo inquieto viene de ese lado de la familia).

Recuerdo que cuando  tenía 5 años me chineaba. Llegaba con mi abuelo a regalarnos confites y nos veía mientras jugabamos bola, aunque kong-kong se valía de su bastón para tirar. Luego mis papas se fueron de viaje y mientras nos cuidaban los primos solía llamarnos todos los días para preguntar si ya habíamos comido, después le repetía la pregunta a todos los que estaban en la casa.

En otros tiempos cocinaba (¿existen abuelas que no tengan buena cuchara?). Pollo con hongos que sólo ella sabía, y la sopa de wantan que nos enseñó a hacer después. A veces nos tocaba comer en la mesa de plástico frente al televisor, otras veces en el comedor principal que daba a la cocina, ¡Qué distinta era la casa de Nicoya en ese entonces!

Alguna vez la vi en vestido de baño gris, entrando al mar de Samara sin miedo, porque le gustaba acompañarnos a la playa cuando podía.

Siempre repartía su ''li si'' a los nietos, nunca perdió cuenta de la inflación, ni siquiera cuando tuvo que venirse a San José.

Con su eterna cabellera blanca e inquieta, pecaba de necia y no dejaba que nadie la ayudara (''yo podel'', y daba golpecitos para que uno entendiera). Luego pasaba la tarde en su mecedora, preguntando cosas que yo no entendía.

También la recuerdo con su apetito voraz (herencia china que nos dejó a los nietos). No había comida sin plato de arroz y nunca le mermó al diente en toda su vida. Tanto fue así que se nos fue con el estómago lleno, durmiendo después de almorzar.

Y ahora nos toca decirle adiós, Cómo despidiéndose de esta cosa rara entre las dos culturas que soy y que Popó intentó ser. Con un vestido tradicional blanco rodeada de flores y cruces. Porque cuando estalló la guerra ella no sabía que iba a dejar once nietos en otro continente, ni que iba a nacer el almacén ''La Revancha'' para mantenerse en pie por tres generaciones, ni que sus hijos iban a desayunar pinto y cenar ''ma pu to fu'' y ''kai lan'', pero así fueron las cosas al final.

Y ella siempre sonreía cuando veía a sus nietos (al final, cuando los lograba reconocer) y tenía ese sol en los ojos que sólo tienen las abuelas, y aunque hayan muchas cosas que ella nunca entendió y que yo nunca voy a poder entender eso si lo entiendo, aunque yo no hable cantonés, y  aunque ella no hablaba español.






Thursday, April 11, 2013

Quedate


Quedate un rato
te hago un pequeño campo al lado de mi asiento,
al lado de mis copas de vino y  mi errática forma de pensar
Disfrutá de la absurda forma de hacer magia con espacios distraídos bajo la cobija de algún aprendiz.

Quedate mientras miro las acuarelas de mi tío.
Hazte un té cargado al amanecer y despídeme cuando no estés a gusto.
Yo tiraré los dados de nuevo,
cuando te vayas  y dejés tu sombra llameante
a un lado del espejo donde nos miramos juntos.

Decile adiós a las partidas complicadas,
a los ajedreces de piezas negras y reyes sin peones,
a las caras inexpresivas antes del ''river''.

Vení sin pensarlo mucho,
sin dilemas de margaritas o de caras y cruces,
sin cuerdas, o esposas o anillos
y salí a jugar si te cansás,
o si encontrás  ingratos caminos que te seduzcan
vete sin darte pedradas al pecho.
yo volveré a tirar los dados

Monday, March 4, 2013

Vos

‘‘A ti que no te debo más que el empujón que anoche me llevó a escribir esta canción’’ J. Sabina


Son de las cosas que ya no entiendo de vos,
solías tomar ajenjo con tanto desdén,
como si el mundo ya no te importara,
como si un par de desamores se hubieran quedado en el olvido y los bares belgas tuvieran todas las soluciones del planeta.

Después podías perderte en las callejuelas con una vela  encendida
y esperar a que lloviera para bailar  una salsa seca y fuera de ritmo
antes de encerrarte en tu cuarto a llorar amargamente hasta que el corazón se saliera de tu pecho.

Eras una figura risueña
corriendo detrás de los papalotes, queriendo atrapar sus sombras
para guardarlas en un frasquito y verlas todas las noches.
Yo me quedaba en una esquina, riendo tímidamente con complicidad paternal.

En ese entonces te comprendía
y corría con vos bajo la lluvia, burlando la aberrante alegría de éxitos efímero,
de mentiras que creía como dulces baratos de piñata de fiesta.
También coreaba los valentines y cumpleaños detrás de las faldas de sombras perdidas
y predicaba en las esquinas vacías de los cuadernos amarillentos.

En ese entonces solía reiterar los porqués y replantearme preguntas absurdas al despertar de la mañana.
Preguntas que saben a cigarrillos mordisqueados con mala música
fumados en el frío para calmar las ansias

Después te perdiste,
abandonaste las ideas vacías que defendías a capa y espada
y mataste todo lo que sostenía tu alma,
las estrellas que brillaban en lo más oscuro de las penumbras.

Ahora abandonas las plumas, secas, lejos de los tinteros,
lejos de versos románticos recitados
y de clichés que amabas cuando te golpeaba la sed,
y  quedabas pidiendo agua en un desierto de vaivenes absurdos y grotescos
que aterran las noches con  gestos obscenos y asquerosos.

Te odio con la fuerza de quien odia la resaca mañanera,
el tímido azul de las sábanas solas o el insignificante ‘’buenos días’’ de la madre resignada.
Te odio porque sos lo que pude ser y no fue,
lo que se grita en el vacío oscuro de una noche de insomnio.
Te odio porque no has sufrido lo suficiente y crees que lo has hecho.
Te odio porque crees que todo va a estar bien y que habrá un desenlace feliz
y que el Edén existe, la vida será alegre y bailaremos juntos en jardines de  rosas invisibles,

bastaría darse la vuelta en la esquina para toparse los árboles caídos,
las hojas muertas y podridas hundidas en charcos espantosos
y las mentiras que se repiten constantemente para satisfacer los placeres banales e inmediatos.

Pero no podés ver más allá de tu nariz y seguís enamorándote de las novelas que te hacen llorar
y de las ilusiones mal dibujadas con destinos rebuscados.

Al fin y al cabo nos dejaste abandonados, tristes y solos
como los viejos que juegan al póker por placer, sin darle valor a las fichas
y que fueron abatidos por las olas del mar
por los intentos fallidos de irse a doble o nada
y las miserables tertulias de amigos acomodados en desesperanzas sin sentido.

Ahora me quedo con lo que soy 
y por eso te odio, por vos.
Detesto que juegues a los dados en mi vida,
que te sigas comiendo los señuelos luminosos,
y que te sigas engañando con papeles de cromo
pero detesto más aún no poder negarte… y seguir esperando que tengas razón.

David Ching
2013

Saturday, January 26, 2013

El camino a Tarragona

Tomé un tren de Barcelona a Valencia que se detuvo unos minutos en Tarragona y eso es todo lo que sé del lugar.  Está en el noreste de España, probablemente en Cataluña -tal vez en Aragón- y deben ser muy católicos por ahí. Me gusta el nombre, tiene estilo.

Es bonito pensar que por ahí no hay crisis económica, que los hermanos de los trabajadores de construcción esperan con brazos abiertos a quien pide cincuenta centavos de euro en la calle. Era un señor de barbas blancas que parecía tener muchos años por delante y por detrás. Charlamos con él un poco porque ‘‘aquí no se ve, pero las cosas están jodidas y no sabemos qué puede pasar si nada cambia en las próximas elecciones’’.

Y fijate vos que aunque los universitarios se vayan de fiesta todos los días y lleguen miles de turistas al año, hay otro lado de la historia que nadie ve. Porque ¿qué le importa al estudiante extranjero o al turista de pie si las cosas van bien o mal? Mas bien, si todo sale más barato mejor y aún así no se puede comparar el pasado ajeno. Por eso uno no entiende cuando tiran una bandera de Cataluña encima del cajero automático del banco de Madrid y del otro lado del mundo, el referéndum de independencia sólo importa cuando el Barcelona le mete cuatro al Real. 

Aquí no se ven los letreros de ‘’se vende’’ en los locales vacíos (como en otros lugares de España) ni hay protestantes que se refugian en bares donde los señores mayores con familia en Suramérica los protegen de los macanazos. Claro habrá huelga cada lunes –casi programada ya la cabrona-  pero a más no pasa
.
Aquel señor debía tenía como cuarenta, estaba bien formado, un poco panzón -pochotón, diría mi mama- educado, bien vestido y amable, no parecía el tipo de persona que ocupa pedir medio euro en la calle para conseguir el boleto a Tarragona, pero uno nunca sabe, la cosa esta fea… eso dicen los periódicos.

Cuando tomé el metro de vuelta y llegué al piso, quise tomar la computadora y buscar de Tarragona, quería saber qué tenía de mágico ese lugar que con ansías anhelaba aquel barbudo extendiendo la mano para pedir medio euro. Pero me gusta pensar que su hermano lo recibiría, que ahí iba a conseguir trabajo, que ahí la construcción era un buen negocio, ahí todo iba a estar bien… Y yo sé que si buscaba más me iba a dar cuenta de cómo eran las cosas y me iba a poner triste. Preferí dejarlo así, como un punto misterioso entre Barcelona y Valencia, dejé la computadora quedita y me fui a leer en una esquina.  ¡Qué cabrón que soy!


David Ching
2013