Monday, March 4, 2013

Vos

‘‘A ti que no te debo más que el empujón que anoche me llevó a escribir esta canción’’ J. Sabina


Son de las cosas que ya no entiendo de vos,
solías tomar ajenjo con tanto desdén,
como si el mundo ya no te importara,
como si un par de desamores se hubieran quedado en el olvido y los bares belgas tuvieran todas las soluciones del planeta.

Después podías perderte en las callejuelas con una vela  encendida
y esperar a que lloviera para bailar  una salsa seca y fuera de ritmo
antes de encerrarte en tu cuarto a llorar amargamente hasta que el corazón se saliera de tu pecho.

Eras una figura risueña
corriendo detrás de los papalotes, queriendo atrapar sus sombras
para guardarlas en un frasquito y verlas todas las noches.
Yo me quedaba en una esquina, riendo tímidamente con complicidad paternal.

En ese entonces te comprendía
y corría con vos bajo la lluvia, burlando la aberrante alegría de éxitos efímero,
de mentiras que creía como dulces baratos de piñata de fiesta.
También coreaba los valentines y cumpleaños detrás de las faldas de sombras perdidas
y predicaba en las esquinas vacías de los cuadernos amarillentos.

En ese entonces solía reiterar los porqués y replantearme preguntas absurdas al despertar de la mañana.
Preguntas que saben a cigarrillos mordisqueados con mala música
fumados en el frío para calmar las ansias

Después te perdiste,
abandonaste las ideas vacías que defendías a capa y espada
y mataste todo lo que sostenía tu alma,
las estrellas que brillaban en lo más oscuro de las penumbras.

Ahora abandonas las plumas, secas, lejos de los tinteros,
lejos de versos románticos recitados
y de clichés que amabas cuando te golpeaba la sed,
y  quedabas pidiendo agua en un desierto de vaivenes absurdos y grotescos
que aterran las noches con  gestos obscenos y asquerosos.

Te odio con la fuerza de quien odia la resaca mañanera,
el tímido azul de las sábanas solas o el insignificante ‘’buenos días’’ de la madre resignada.
Te odio porque sos lo que pude ser y no fue,
lo que se grita en el vacío oscuro de una noche de insomnio.
Te odio porque no has sufrido lo suficiente y crees que lo has hecho.
Te odio porque crees que todo va a estar bien y que habrá un desenlace feliz
y que el Edén existe, la vida será alegre y bailaremos juntos en jardines de  rosas invisibles,

bastaría darse la vuelta en la esquina para toparse los árboles caídos,
las hojas muertas y podridas hundidas en charcos espantosos
y las mentiras que se repiten constantemente para satisfacer los placeres banales e inmediatos.

Pero no podés ver más allá de tu nariz y seguís enamorándote de las novelas que te hacen llorar
y de las ilusiones mal dibujadas con destinos rebuscados.

Al fin y al cabo nos dejaste abandonados, tristes y solos
como los viejos que juegan al póker por placer, sin darle valor a las fichas
y que fueron abatidos por las olas del mar
por los intentos fallidos de irse a doble o nada
y las miserables tertulias de amigos acomodados en desesperanzas sin sentido.

Ahora me quedo con lo que soy 
y por eso te odio, por vos.
Detesto que juegues a los dados en mi vida,
que te sigas comiendo los señuelos luminosos,
y que te sigas engañando con papeles de cromo
pero detesto más aún no poder negarte… y seguir esperando que tengas razón.

David Ching
2013

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