Saturday, April 14, 2012

Alzhéimer de Viernes Santo

Toca, visitar al amigo de mi padre, ''que hace años no lo veo, que es muy buena gente y nos invitó a su casa, que lo quiero mucho. ’’ Bueno... los rockos tienen que verse antes de llegar a viejos y empezar a contar funerales.


Empacamos las cosas y nos fuimos al Valle de Antón en Panamá, un pueblillo olvidado que no suma ni resta y (de no ser por sus escuálidos atractivos turísticos) bien podría desaparecer mañana, que nadie lo notaría.


Jesús Alberto Villegas, Chus, le decían, y no podía viajar, algo de salud y los coágulos de sangre en las piernas, mucho tiempo sentado lo jode, ni qué decir la presión de los aviones. El año pasado fue al funeral de su padre en Costa Rica para después aguantar quien sabe cuántas peripecias médicas. Su barba blanca cubre la piel tostada al sol y una barriga feliz se asoma por encima de sus inflamados muslos. Evoca tranquilidad y guarda el recuerdo de su país natal. Una réplica de la negrita cuida la ‘‘Piatra acasa’’, el pequeño hostal en el que vive con su hijo menor y su absorta esposa.


Después de pasar por una fachada empedrada, llegamos a la cocina y a la sala de estar. Hay algo perdido en la mirada de la compañera de vida a la que hace años Chus le pidio matrimonio. Se queda ensimismada, quieta con un libro en sus manos y vocifera intentos de palabras cuando llegamos a saludarla.


El alzhéimer a los cincuenta años es una enfermedad ingrata. Nuria pasa su día bien cuidada en un pequeño rincón a la orilla de la cocina. Chus se encarga de que no le falte nada y siempre se vea pulcra. ''Ella no lee, pero le gusta ver los libros'' dice con amor. Me dirige la palabra cómo para probar a los hijos de su amigo: ''Tráigase unas cervezas colega ¿ustedes no fuman? ¿No? ¡Qué bien!''.


Mientras prende el cigarro y habla con su viejo amigo (mi padre) yo pido permiso y me alejo temporalmente, disfruto conociendo las cercanías de la ''Piatra Acasa''.. En mis recuerdos no registro un lugar más pacífico que este. Dicen que en el centro del valle es hermoso y hay aguas termales, algún día me gustaría ir


No puedo evitar pensar en el vacío que podrían dejar esas palabras cuando se escuchan por primera vez: ''Usted tiene cincuenta años y tiene alzhéimer''. Saber que poco a poco los recuerdos se van perdiendo, las habilidades se esfuman y uno queda así… completamente dependiente, viviendo a costas de nuestros queridos, mientras estos ven cómo nos convertimos en nuestras sombras.


No puedo evitar pensar en el vacío que podrían dejar esas palabras cuando se escuchan por primera vez: ''Su esposa/madre tiene alzhéimer.'' saber que poco a poco se va a ir perdiendo, que más tarde no nos va a reconocer y que se va a ir esfumando y nunca será la misma.


Vuelvo al acogedor hostal porque Chus nos preparó el almuerzo. Debe comer en posición especial, cuidar a su esposa y por si fuera poco, cocinar (que no lo hace nada mal) y servir el almuerzo de la familia y los invitados. Disfrutamos el delicioso arroz con calamares mientras Nuria mantiene su mirada perdida y se alimenta por inercia en la silla de la esquina del comedor, acompañada del mejor calor humano, parece si estar al tanto de ello.


Es difícil no admirar al capitán de la ''Piatra acasa''. Tiene que mantener un hostal, soportar el peso de sus piernas enfermas y resguardar una familia de hijos apartados y esposa decadente, su hijo menor, Mauricio, (el único que todavía vive con ellos) se asoma de vez en cuando e intenta ayudar con una que otra cosa, pero en general es Chus el que lleva la batuta.


Después de la comida viene la tradición de tomar café (ojalá de Costa Rica). Platicamos sobre la familia, las enfermedades, el alzhéimer y sus momentos críticos, de Costa Rica, de Panamá… En fin, todos juntos escampamos un repentino aguacero torrencial que acababa de caer para despertar a las ranas. Una incluso quiere entrar a la Piatra acasa y yo la espanto rápidamente de vuelta a su pozo o charco, aprovecho para quedarme viendo la hermosa vegetación del lugar. Cuando vuelvo me ofrecen vino y agua y (tras una pequeña confusión sobre cual agua era de Ligia y cuál era la mía) me siento a tomarme mi copita y hablar sobre las diferencias entre Panamá y Costa Rica.


Nos despedimos, resultó ser una tarde agradable, pero la imagen de Nuria sola, pulcra y bien cuidada, absorta en su rincón eterno me cautiva y me intriga. Es difícil no pensar en ella, en Chus y en todas las crisis que ha tenido que sufrir. Devolviéndome a Costa Rica todavía pienso en ellos y no puedo evitar notar algo esencial. Pese a todos los problemas, Chus siempre se nota muy feliz.


David Ching 2012

3 comments:

Cata said...

Me agrada mucho! :)

Cata said...

Me agrada mucho! :)

Andres said...

Muy emotivo, y un poco resaltante de la realidad que muchos vivirán o viviremos a futuro.

Definitivamente lo deja a uno pensando.....