es ver hacia arriba con los ojos llorosos
y dar un suspiro moribundo por el pasado.
No es necesario entender lo que hay del otro lado de la cerca
o al final del pastizal.
Machado con sus caminos fue un cabrón.
De vez en cuando vuelve a caer la condenada culpa
y me da por encerrarme en la música a llorar,
mordiéndome los labios, recriminándome al rojo
entonces me doy cuenta de que es hora de caminar
y sonreír y entender y jugar,
esperar que el retumbado de la lluvia pare
mientras uno se sienta al aire libre, queriendo que escampe.
Ahí es cuando quizás se vuelvan a tirar los dados
los suspiros y los ojos llorosos
y es hora de dejar ir
fijando horizontes que no son fijos, ni están iluminados
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