Camino las mismas calles,
las mismas esquinas donde nos embriagamos
y los rincones donde cogíamos a
escondidas,
evitando las luces de los carros
y la lumbre de las aceras.
Todo como si aún estuviéramos acá
y las calles tuvieran el mismo sabor
a asfalto mojado y ganas de huir
que tenían la primera vez
que subimos los seis pisos del edificio
para toparnos una puerta cerrada.
Ahora le pusimos corcho a la botella
y brindamos con fantasmas que jugaban a
estudiar
cuando la noche los topaba en una
cafetería,
abriendo latas de carcajadas
con lágrimas escondidas en los rostros del
vidrio.
Ahora seguimos saludando a desconocidos
y rumiando familiaridades en los rincones
con la lejanía con que empezamos
y el calor de los brindis de carretera
para decir adiós
mientras montamos las ruedas de la valija
en la espalda.
Ahora que ya todos partimos
y que la nostalgia maquilla el recuerdo
se siente un denso aire
con tufo a cicatriz resignada
que con ingrata crueldad suspira
que ya no estamos aquí.
2015