Monday, July 20, 2009

Solo se puede saludar en navidad

Dejando de lado la tradición de bajar corriendo las escaleras en navidad para encontrarla en la esquina e invitarla a un café, puedo pasar tres días sin pensar de forma maniaca en cómo decirle ‘‘hola’’. Un hábito tan subestimado como saludar apropiadamente, con el tono y gesto adecuado.

La ventaja: ya pasó mucho tiempo desde navidad y falta aún más para la próxima. La desventaja: no tengo excusas para no calcular cada segundo del saludo.

Entonces pierden gracia las horas de presumirme a mí mismo que mañana lo lograré. Ella no sabe que en cada café y en cada esquina se cuela la manía del perfeccionismo. Tampoco se imagina cómo el hábito de saludar se va interponiendo cada vez más en todos y cada uno de los fines de semana. Solo piensa en el sabor del croissant y la galletita de cortesía. Yo froto mis manos porque en estos tiempos pega frío, pero ojalá no me vea, tendría que tirar la toalla y correr a mi apartamento de quinta planta para llorar encerrado en los cuadros que pintó mi tío.

Ella baja las escaleras como en los tiempos en que yo jugaba de valiente al final de la película. Se sienta en la banca y desde la otra esquina voy caminando, cuidando cada uno de mis pasos. Los dos sonreímos y el bus se detiene para repetir la función de los fines de semana, donde el guión no falla en una coma, pero siempre se había caído en el saludo.

‘‘Hola, señorita ¿Cómo le va? ¿Nos conocemos? Sabe, yo voy a tomar un café en el Balay ¿Me acompaña?’’ porque a ella le gusta así, pretendiendo que somos dos extraños y que yo no soy Mario y ella no es Sara. Es parte del guión, con el sinsabor de no haber podido saludar correctamente.

Para el croissant ya estamos tranquilos y el café hace que todo vuelva a la normalidad. Pensar en la despedida es demasiado y vuelvo a querer que sea navidad.

Me entra por los huesos un sentimiento cómo de carne de gallina que traiciona el tórax y salgo llorando porque no me queda más que tirar la toalla. Me gustaría volver a los cuadros de mi tío pero ya vino el café y no puedo salir de escena. El guión está escrito.

‘‘Entonces… ¿qué ha sido de tu vida Mario?

La pregunta re masticada, casi escupida de siempre, de cada día de malos saludos y bancas blancas en las paradas de los buses. Replico protestando que ya no puedo más y se cierra el telón de improvisto. Salgo a saludar y pago la cuenta.

El beso en la mejilla es la cereza en el pastel y me voy a la quinta planta del edificio (no quiero tomar el bus, hay un frío agradable para caminar) para meterme en las cobijas y esperar el próximo fin de semana, queriendo que sea navidad.

2 comments:

patricia1489 said...

Hey escribís muy chiva!!!

Rebe said...

Me encanta la mención a los cuadros del tío!

Buena reflexión sobre los saludos. Es algo q la gente toma muy mecánico.

Primito, me gusta q mencionás la comida: incluís sabores.