Y conforme pasa el
tiempo las tardes se acompañan con tazas de café
entre celajes de
restaurantes y terrazas madrugadoras
añejas.
Momentos de no poder
contener la risa
y hacer muecas y
bromas
y buscar compañía
para matar el rato.
Entre tazas de café
que guardan besos nos arropábamos,
besos diferentes que
a veces endulzábamos con azúcar
solo cuando era
necesario,
casi nunca.
Y tal vez luego de un rato, cerramos las terrazas
y apoyamos las tazas
de café en escritorios
entre monitores
azules y blancos
y teléfonos de oficinas
monótonas
y mecanografía barata
Otras veces
las jornadas se hacen más cortas
y conocemos los
susurros detrás de las tazas de café
y los quiebres detrás
de las voces.
y seguimos hasta que
el reloj nos cierra y no hay nada más que decir.
Luego acompañamos a
nuestros nietos y a nuestros abuelos
y guardamos las
lágrimas de la orilla de los ojos
o al menos lo
intentamos
disimulando con
sorbos tímidos
que tomamos de las
tazas de café.
David Ching
2014