Ayer soñé que tomábamos un taxi juntos. Llovía y teníamos prisa. Los
paraguas tapaban las caras pero íbamos a lugares cercanos. No nos reconocimos,
habíamos borrado los nombres de nuestros teléfonos celulares –al menos vos del
mio, yo lo hice hace un rato ya- tampoco tenías nada que me llamara la atención, pero tocaba negociar las tarifas y me dí cuenta que eras vos. Te saludé.
Estabas mejor, más feliz si se pudiera decir, creo que eso me alegró un
poco, no tanto como me hubiera alegrado antes. Creí que te iba a incomodar pero
supiste manejarlo, eso o te merecés un Oscar. Yo te comenté que ahora fumaba y que lamentaba
el olor porque sabía que lo detestabas. Vos te limitaste a ofrecerme un chicle,
con esos ademanes que hacés para nunca incomodar a nadie.
Compartimos un par de palabras, como lo hubiéramos hecho con cualquier
conocido. Llegamos a mi destino, me despedí y pagué. Cerré la puerta del taxi
con mucho cuidado y sonó la alarma del despertador. Creo que nunca antes te había dicho adiós.
David Ching
2013
David Ching
2013