Basarse en predicar muertes anunciadas
de unos cuantos motivos olvidados
o de palabras vedadas,
vacías,
que ya no dan eco,
es como anunciar el luto,
Falaz y encerrado,
cuando los recuerdos deberían
Dormir y darse asueto.
Por eso no hay que escuchar los susurros
de los fantasmas y ángeles guardianes,
que por bien o por mal,
habitan solo en el futuro
respetando los silencios rebuscados
que se piden frente al mar,
frente a ataúdes que empañan el pasado.
Me gustan los minutos de silencio
cuando las memorias son memorias
y ya se velaron todos los muertos.
Me gustan los minutos de silencio
si las lágrimas por llorar ya se lloraron
y solo quedan sonrisas de aquel tiempo.
Ahora queda la frente alta
los ojos iluminados,
el sabor a champaña,
buen gusto, buenos pasos,
que se han dado y se darán
y sonrisas de ilusionados
que cuando se levantan a brindar,
gritan ‘‘¡Salud! ¡mis hermanos!’’.
David Ching
2010