¿Sabes? A veces uno no puede evitar sentirse pequeño y vivir de ilusiones.
Cuando toca… caminar por la Plaza de la Cultura mirando abajo, molestado por las palomas. Porqué a veces no hay que salir de este trapecio para sentirse pequeño, basta saber que a los dieciocho habían quienes enaltecían los idiomas o luchaban por lo que creían.
Y es que tal vez suene cliché o cursi, pero uno que se queda aquí, jugando de universitario intelectual bohemio porque eso es lo que uno hace cuando tiene dieciocho años y vive de ilusiones. Pero…¡qué buenos eran esos tiempos! Y ¡Qué bonito hacer algo así!
Sírvame un olafo, porque ahora puedo y se acabaron las clases. No más pseudo-intelectualismos ni esnobismos disfrazados y diluidos porque no hacemos nada y eso me pudre.
Después del olafo es temprano y tal vez tenga ganas de molestar a las palomas en la Plaza de la Cultura o dar una vuelta en el mercado central. A estas horas San José es bello sin embargo…. Aquí, en este círculo, dando vueltas entre facultad y facultad porqué no queremos o nos da pereza algo tan simple como agarrar un bus a Chepe. Tal vez pueda dormir un rato en la veinticuatro o sentarme en el pretil a existir.
Y estar de vuelta a la casa, otra vez, para leer a Julio Cortázar y Joaquín Gutiérrez y sentirse pequeño. O agarrar los anuarios de colegio y repasarlos a cabalidad para volver a sentir las ilusiones de antes. En el mejor de los casos llamar a un amigo, escribir, meterse en un intento de página web donde se refugian algunos blogs o hasta hacer cosas inmorales. Por lo menos es vivir en el hoy y no ser un punto entre A y B como dijo alguien.
Aún así escribir las notas no es suficiente, no rompe esquemas ni se escapa de lo inimaginable. No crea ni destruye nada y se mantiene estático, en gravedad cero, con un mediocre ‘‘super-yo’’ satisfecho y el ‘‘ello’’ tirando flechas detrás de la muralla.
Porque al fin y al cabo eso es lo que uno hace cuando tiene dieciocho años, se siente pequeño y se vive de ilusiones.
David Ching
2009