Monday, June 16, 2008

Espéranos en primavera

Para, y en memoria de, Luke Santi

''La grandeza de una persona se puede manifestar en los grandes momentos, pero se forma en los instantes cotidianos'' Philips Brooks


Espérame con tu gorra roja
riendo como cuando fuimos a bolear,
y con tu sonrisa de buena hora,
y con la ciencia con que no lloras,
espérame ahí, en nunca jamás.

Con tu cara pálida y roja
y tu seguridad al caminar
negaste publicar tu historia
pero sin ocultar pena ni gloria
mientras sonreías al mirar

Con los ojos de un niño
que muy rápido creció.
Y luchaste contra el destino,
valeroso en el camino,
del que nunca se tumbó.

En agosto te recordamos
En noviembre prendemos tu vela
porqué tu memoria no apagamos
porqué te conocimos en verano
espéranos en primavera


David Ching

Junio 2008

Monday, June 2, 2008

El Día

El joven se levantó de su cama, por varios minutos permaneció inmóvil, con una mirada taciturna que apuntaba al costado contrario del cuarto, en su expresión se notaba que sus pensamientos eran serios y profundos. Sabía que era la tarde del día que acababa de ver nacer, por primera vez en su corta vida, estaba seguro de algo.

Salió de su habitación con prisa, tomó el abrigo de algodón, que había sido un regalo de su padre y emprendió el mismo recorrido que todas las mañanas seguía rutinariamente. Trotando a paso lento, intentaba recordar cómo había empezado todo, quizá fue aquel día que pisó por primera vez el colegio, o tal vez en el momento en que gritó, ¡No! Pero la verdad, eso ya no importaba.

Mecánicamente había vuelto a la cabaña en que vivía desde que su padre murió. Subió a su cuarto para colocar la guaria morada, que robaba todos los días del jardín de lo que una vez fue su hogar. Ya casi era fin de mes, y cada treinta días depositaba todas las flores que podía acumular en la tumba de su progenitor. Después de ordenar su cuarto y tomar un corto baño, bajó a despedirse de su madre, ésta le ofreció un desayuno, pero él no lo aceptó, ya que no tenía ganas de comer.

Como todos los fines de semana se iba a charlar con sus amigos al parque, y quizás, cuando no había nadie (que era el caso de ese día), fumaban unos cuantos cigarrillos. El día comenzó a despejarse, y un abrasador sol de medio día asomó su cara cuando la última colilla de cigarro cayó sobre la fuente del parque. La conversación de ese día había sido como la de cualquier otro, sin embargo, en el rostro de todos se reflejaba tensión.

Se fueron a almorzar en la rústica soda de la esquina, donde los conocían como los chicos. En el barrio los apreciaban mucho, y nadie sospechaba lo que pasaría. El joven solo lo comentaba con sus amigos, y una que otra vez perdida se lo mencionaba a su madre. Tomaron el almuerzo con rapidez y salieron a sus casas para pasar el resto de la tarde con su familia, hasta la noche, cuando volvía a reunirse para ir al cine, al boliche o a cualquier otro lugar.

En su hogar siempre ayudaba a su madre con los quehaceres, a pesar de ser una pequeña casa de madera, tomaba mucho trabajo limpiarla. Lograron terminar a las cuatro y media, así que prepararon la cena juntos. Ya a las seis de la noche, se despidió de su madre, ignorando que sería la última vez que la vería.

Llegó con sus amigos, pero esta vez no fueron a ningún lado. Solo se dieron un fuerte abrazo. Volvió a su casa, su madre había salido a trabajar, así que tomó un poco del pastel que habían preparado para cenar, alistó sus maletas, dejó una nota que decía: “Hoy es el día. Hasta Luego.” Y partió, llevándose el viejo florero de su cuarto.

Nunca más se supo de él, hasta muchos años después, cuando volvió a pasar sus último días en el barrio que lo vio nacer, sin embargo, durante el tiempo que estuvo ausente, su madre recibió un cheque todos los meses hasta el fin de sus días, y la tumba de su padre recibió todos los meses un hermoso arreglo floral cada vez más bello.


David Ching
Agosto, 2005

(este fue mi primer cuento formal)