Tuesday, November 3, 2015

Carta sin nombres ni apellidos a quien fue

‘‘Eso es el perdón, recordar sin dolor’’ Celia Cruz

Hola ¿Cómo estás? Espero que perdonés la poca originalidad de este saludo, comprenderás que aún hay un tenue halo de incomodidad entre nosotros. Lo digo porque quizás así podamos ignorarlo, o al rato hasta olvidarlo del todo.

No sé en realidad para qué te escribo. De vez en cuando me dan ganas de hacerlo, de conversar con vos. Aunque sé que probablemente me ignorés creo que a veces sentís lo mismo, o al menos me gusta pensar que así es. En fin… Nada más lo estoy haciendo, odio tener que buscar una excusa para hablarte, yo no tengo que  buscar excusas para hablar con mis amigos y no entiendo porque con vos sí. Seamos honestos, ya pasó el tiempo en que  era el dolor lo que nos separaba y a estas alturas guardar rencor sería demasiado infantil.

Pero me voy a dejar de rodeos, empecemos por lo que quiero decirte: no te he olvidado, tampoco quiero hacerlo. No entiendo esa maldita costumbre de olvidar los amores, uno no quiere borrar sus recuerdos gratos de niñez simplemente porque creció  y pasó por la adolescencia. Yo tampoco quiero borrar lo que compartimos. No veo porque borrar la primera vez que nos dijimos que nos queríamos, ese escalofrío en las entrañas que sentíamos al vernos, ese nerviosismo con que despertábamos el día que sabíamos que nos íbamos a ver ¿Por qué negar que fuimos felices y nos hicimos bien?

Es cierto, es imposible decir que todo fue lindo. A veces nos hicimos daño, es parte de lo que, en cierta medida, define lo que tuvimos. Tal vez  nuestro adiós no fue el mejor (no creo que exista un ‘‘buen adiós’’ y tal vez esperábamos más y tal vez todo fue más duro de lo que creímos que sería y tal vez nos preguntamos si valió la pena (tal vez aún nos lo preguntamos)… Aún así, sería absurdo echarle tierra a todo. Sería absurdo borrar lo que me hizo feliz para ser feliz ahora.

Después de lo que fuimos todo fue más complicado, sé que para vos también. Sé que fue difícil y hubo lágrimas y hubo rabio y errores y mordeduras de labio y voces quebradas y, por mucho tiempo, guardamos un luto con nombres y apellidos y rencores (quizás rencores sin sentido) que ya no importan. Sé que también lo recordás pero también sé que eso no evita que sonriás cuando recordás los momentos que pasamos juntos sonriendo o tampoco evita que, dentro de todo, no podás negar que en el fondo aún me guardas cierto cariño, no romántico y pasional -ese desapareció hace tiempo- si no un cariño cálido, cómo el que uno le guarda al profesor de la escuela muchos años después. Pero basta de hablar de vos, yo quiero hablar de mí: yo siento lo mismo.

También siento que olvidarte sería traicionar mi pasado. Es imposible definir lo que soy sin recordarte. De lo que nos tocó vivir aprendí de mí mismo, mucho más de lo que pudiera explicar. Haberte amado significó ponerme en la línea de fuego, desnudarme en el espejo para verme y ver hasta donde podía llegar. Haberte amado significó verme tener mis mejores aciertos y cometer mis peores errores, fortalecer mis virtudes y atenuar mis defectos, desarrollar paciencia, comprensión, empatía, tolerancia, autocrítica… Haberte amado me hizo un mejor ser humano y en todas las experiencias que han venido después, o que siguen viniendo, cargo con ese compendio de aprendizajes. Aún hoy, que vos y  el verbo ‘‘amar’’ me suenan tan distante, como dos conceptos completamente separados.

En fin, si después de haberme perdonado todo  y haberte perdonado todo y de ver morir tantos sentimientos, lo único que siento cuando pienso en vos es un profundo agradecimiento y un sentimiento cálido de alegría se escapa en sonrisas cuando recuerdo lo que fuimos, decime ¿para qué olvidar?

Con Cariño:

Alguien que te quiso mucho

Posdata: Disculpá que no te dé ninguna noticia en esta carta, sentí que esta vez no era necesario.


2015