Tuesday, December 20, 2011

Papeles importantes en sobres de hojalata

Odio esperar sentado en la banquilla a que pase el autobús cuando la lluvia se escabulle entre mi abrigo y la camiseta morada que intento proteger. Odio el olor a pollo de bombillo del bigotudo extraño sentado a la par mía. Odio el ‘‘muppie’’ destrozado y los grafitis en los asientos de la estación de autobús. Odio el bochorno del tumulto escampando bajo un techo mal pintado mientras esperan su transporte. Odio la forma en que la pareja de al lado (que aparentan ser tan solo amigos) hablan abiertamente de su vida sexual cómo si al mundo le interesaran sus intimidades. Odio como dos o tres personas parecen sentirse insultados en su mojigatería por la conversación. Odio como esta escena no podría ser más cliché.

Es como si alguien atrás me diera una patada en el trasero y me tirara un balde de agua fría en la cara al despertarme, los audífonos de mi reproductor de mp3 son lo único que me mantiene con los pies sobre la tierra –o quizás volando, al fin y al cabo es lo mismo ¿no?-. La fila (más bien el molote) avanza poco a poco y me empujan por inercia. La mujer frente a mi tiene unos aretes azules como los de Mariana, lo recuerdo bien porque son los mismos que tenía el día que la conocí. Llevo en mis brazos un sobre que aprieto fuertemente contra mi pecho.

En el sobre hay unos papeles importantes, facturas olvidadas, poemas mal escritos, en fin… es un popurrí de cosas pueriles, inocentes, inútiles, importantes e íntimas. Sólo me dijeron: ‘‘se va en quince minutos’’ y amontoné todo lo que tenía a mano adentro del sobre, cómo si viniera un ejército a destruir la casa. La muchacha de enfrente tiene la misma expresión ajena y desinteresada que yo, pero dudo mucho que hoy se haya quedado sin trabajo.

A la hora de sentarme en el autobús recuerdo levemente a Mariana, probablemente en dos semanas me la tope tomando café con su nuevo novio y entonces empezará la conversación típica de ‘‘¿qué te has hecho? Y ¿Cuándo vamos por una birra?, por cierto Marco, el es X, ciao, tenemos que vernos. ’’ Con esa sonrisa medio hipócrita y medio verdadera por recordarme. De una u otra forma ella sabe que me importó, que fue la compañera de batallas y de pseudo-revoluciones vacías, pero hoy es solo un fantasma del pasado, una amiga que el tiempo se encargó de alejar. No es que me moleste, siempre es agradable ver a una mujer hermosa, y ¡vaya que lo es! –por algo cuesta verla sola-. Su pelo acolochado y negro con sus ojos azabaches y su cuerpo agraciado han arrancado más de un suspiro, pero es evocar un tiempo mejor. Además siempre es difícil toparse a un viejo amigo y decirle: ‘‘¡Qué dicha que te va bien! yo hace dos semanas me quedé sin trabajo. ’’

Soy relativamente joven y no me debería costar mucho conseguir otro empleo. No es eso lo que me molesta, es ver cómo poco a poco se fueron drenando los sueños y las energías. Todos los jóvenes en algún momento creemos que podemos cambiar el mundo, y cuando dejamos de creerlo ya no podemos hacerlo y todo se va al carajo. Al final solo quedan un par de cuentas pendientes y proyectos abandonados. Nos separamos, nos vamos cada uno por nuestro lado y nos olvidamos que en algún momento pudimos ser grandes, empezamos a trabajar en oficinas de correo o en cubículos de empresas financieras y poco a poco nos convertimos en eso que tanto odiamos.

Quizás mi único pecado fue ser joven muy joven. La verdad qué importa, me gustaba el trabajo en la oficina de correos, me daba tiempo de estudiar en las noches y hasta de mantener una que otra relación casual con alguna muchacha.

Finalmente logro conseguir un asiento y la joven de los aretes azules se sienta frente a mí, noto que tiene un sobre de hojalata en sus manos.

Siempre me pregunté de donde salían los sobres de hojalata, solo había visto uno antes en mi vida, Daniela lo había puesto sobre mi escritorio con una carta de amor adentro, fue un lindo detalle. Sé que fue ella porque la oficina de correos no entregaba sobres de hojalata y solo ella y Mariana tenían las llaves del escritorio. Es tan cliché preguntarse por el paradero de quien estuvo con uno.

El sobre de hojalata se lo robó Laura cuando empezamos a salir. No importaba cuanto le explicara que lo que me gustaba era el sobre porque era raro y hermoso, a ella los celos siempre la cegaron. Nunca se lo perdone y tampoco supe lo que hizo con él. Hoy me hubiera sido tan útil, desde entonces he buscado sobres de hojalata en las esquinas de la ciudad, pero no se encuentran. Son geniales para guardar papeles importantes, recuerdos, poemas, cartas de amor, cartas de desamor, mentiras, currículos, recomendaciones, fotografías en fin… son geniales.

Creo que solo Celestino Urbina me entendía. Él y Mariana, porque éramos tres tristes tigres apasionados por los libros de páginas amarillas y los objetos cotidianos que se convertían en algo especial. Los tres sabíamos que ese sobre de hojalata era un pequeño tesoro. Creo que cuando llegue a casa llamaré a Celestino, ha sido un día largo y ocupo una cerveza. El correo electrónico y el internet son la maravilla del siglo XXI y la desgracia de las oficinas de correo.

Se detiene el bus y se bajan la mitad de las personas incluyendo al bigotudo extraño, pero el olor a pollo de bombillo no se va. Llueve un poco menos y yo retengo mi sobre cómo si fuera un tesoro, al fin y al cabo lo es ¿o no?. Siento que ese par de años que se acabaron con las palabras ‘‘Lo sentimos pero ya no ocupamos sus servicios’’ se pueden guardar para siempre en estos papeles importantes.

Quedamos pocos y la muchacha de los aretes azules me sigue intrigando, no había notado que es una colocha bastante atractiva (al menos desde atrás) tampoco había notado que ha estado coqueteando todo este tiempo con el chaval de a la par. Llegamos a mi parada y no lo puedo soportar más.

‘‘Disculpe la falta de cortesía pero me podría decir adonde consiguió ese sobre de hojalata, viera cómo los he buscado’’

‘‘¡Ay! Hola ¿Cómo estás? ¿Qué te has hecho? Y ¿Cuándo vamos por una birra?, por cierto Marco, el es Agustín, te diría pero es un secreto, bueno no te quito más tiempo… ’’

‘‘Bueno, te insistiría pero ya se va el bus, tenemos que hablarnos…. Nos estamos viendo’’

‘‘Marco, ¿y si te quedás un rato? Más tarde quedé de tomarme unos tragos con Celestino, y te digo donde conseguí esto, creo que quedaban dos más’’.

‘‘Me encantaría Mariana. ’’